LOS CUIDADORES Y LA FILOSOFÍA DE LA VIDA LENTA (SLOW LIFE).

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¡Buenos días, amigos!

Hoy me dispongo a hablar (ups! quiero decir, a escribir) sobre algo positivo que me permitió experimentar mi convivencia con la enfermedad de Alzheimer.

Y no se trata de que quiera contarles mi vida (que puedo percibir sus hombros levantados y sus pensamientos de «¿y a mí qué me cuentas?», ¡ja, ja!), sino darles motivos para no ver todo de color negro cuando pensamos en lo que nos toca vivir a los cuidadores.

¡Hay que incentivar esa mentalidad positiva con que tanto los mareo! 🙂

Por eso quisiera hablarles escribirles sobre la gran oportunidad que tenemos a nuestro alcance los cuidadores de practicar la Vida Lenta y ser la envidia de medio mundo ^^ (y sí, piensan lo correcto: hoy estoy en modo «exagerado total»).

¿Saben, amigos? Recuerdo que antes de dedicarme a desempeñar la función de cuidadora, vivía estresada, corriendo de un lado a otro, exprimiendo al tiempo cada minuto y consideraba al reloj un artículo imprescindible, venerado y consultado a partes iguales, como si de un oráculo se tratase, porque, al fin y al cabo, marcaba mis pasos y limitaba mis acciones. Me obligaba a hacer mil cosas al mismo tiempo y a ser una persona multitareas; siempre andaba corriendo de acá para allá. Pero a veces sentía que me encantaría pasar unas vacaciones en un monasterio y no hacer otra cosa más que sentarme a divagar sobre la vida e idolatrar los techos y las moscas 🙂 .

¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA DE LA VIDA LENTA?

Supongo que tenía un estilo de vida en consonancia con aquel que promueven las sociedades modernas y cosmopolitas: el tipo de vida abocado al consumo y al uso superficial y acelerado de nuestro tiempo. Donde la sensación amenazante del «no me da tiempo» o del «tengo que darme prisa» impregna nuestras células de urgencia, de impaciencia e de impulsividad. Y lo peor de todo, nos hace mella en nuestra estabilidad bio-psico-emocional.

Recuerdo también haber leído tiempo atrás un artículo interesante (y que a mí me pareció poco menos que surrealista ^^) sobre la teoría que mantenían diferentes profesionales,  como el doctor Larry Dossey,  que diagnosticaban a las sociedades occidentales como enfermas de tiempo y advertían de las consecuencias nefastas que el estilo de vida capitalista producía en la salud global de los ciudadanos. Y  yo pensaba llena de envidia: «quien me diera la oportunidad de poder dejar el reloj en casa…»

Afortunadamente, para contrarrestar estos influjos nocivos de la rutina diaria basada en el estrés prolongado y silencioso al que nos aboca la vida moderna, nacerían los movimientos y la filosofía de la VIDA LENTA (o «Slow Life«), ¿les suena? A algunos seguro que sí 🙂

La finalidad de la filosofía de vida lenta era despertar la consciencia humana sobre la necesidad de volver a dominar nuestro tiempo, de saborear lentamente la vida, de detenernos a disfrutar de los pequeños placeres cotidianos, sin la acusadora presencia del todopoderoso reloj. Apagar, por tanto, el «piloto automático», para ser protagonistas y usuarios conscientes de ese regalo irrecuperable que es tiempo: el presente.

La asunción de la filosofía Slow Life supone albergar la certeza de sentirnos pasar por la vida, en lugar que de la vida se nos pase sin haberla aprovechado plenamente 🙂 . Suena a muy saludable, ¿verdad? Se trata, a fin de cuentas, de tomarse la vida sin prisas, pero sin pausas, lo cual no viene nada mal ^^ .

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EL VÍNCULO ENTRE LA VIDA LENTA Y SER CUIDADOR

Yo creo, amigos míos, que como cuidadores contamos con la posibilidad de acogernos a este estilo de vida, dado que estamos obligados a pasar muchas horas encerrados en casa o, en cualquier caso, supeditados al cuidado de nuestro familiar dependiente. Sin olvidar que éste nos demanda tomar las cosas con mucha calma y llevar a cabo en todo momento un ejercicio de paciencia donde las prisas se hallan desterradas.

Con lo cual, a través de esa burbuja invisible en la que vive el cuidador, se aísla de esa rutina tan vertiginosa y agobiante que resulta la vida exterior y en la que, francamente, nuestros familiares con Alzheimer no tienen cabida.

Por supuesto,  tampoco  es que nuestra vida  se presente como la situación ideal de una cotidianidad basada en el cero estrés (¡por dios, nada más lejos!).

Lo deseable sería un punto intermedio, ¿no?, un equilibrio entre las virtudes de la vida doméstica y las ventajas de la experiencia social.

Sin embargo, e infelizmente, para muchos cuidadores familiares la faceta social disminuye a su mínima expresión, aún más si nos referimos a una vida social independiente, aquélla que implica libertad de movimiento e intimidad absoluta. Seguramente esto sea de lo que más adolece nuestra cotidianidad y la causa de la mayor parte de nuestras lamentaciones (¡¡las mías, por descontado!!)

Ahora bien, si hay circunstancias que escapan de nuestro control, que no dependen de nuestra voluntad, como es el caso de tener que cuidar a un familiar afectado por una enfermedad crónica, al menos sí tenemos la opción de decidir cómo queremos vivir nuestra rutina y qué actitud tener ante ella.

En mi caso, considero que una de las cosas positivas que me aportó mi convivencia con la enfermedad de Alzheimer es aprender a levantar el pie del acelerador; reaprender a valorar la lentitud, la serenidad a la hora de analizar la realidad, el poder contar con más tiempo para admirar lo que hay a mi alrededor y saber actuar con sumo cuidado, controlando la impulsividad. Para una persona tan histérica y atropellada como soy yo , ¡este descubrimiento supuso toda una cura de desintoxicación horaria! ¡ja,ja,ja!

La verdad es que me siento muy afortunada de poder estar en mi casa (¡siempre fui muy casera!), en mi territorio, donde sí tengo libertad de movimiento y puedo flexibilizar mis horarios, hasta cierto punto. Sólo mi hermano y yo decidimos cuándo hacer qué, y en ningún otro sitio nos sentimos tan tranquilos y cómodos que estando en casa.

Y si incluso contamos en el hogar con todas las necesidad básicas cubiertas, con agua caliente para ducharse; gas para cocinar; teléfono, televisión y conexión a internet para comunicarte y distraerte; y la inestimable compañía de nuestras mascotas para sonreír, … Bueno, ¡entonces una sabe que hay poco de o que quejarse y mucho por lo que agradecer!

A orillas del Campus

Sin embargo, reconozco que a menudo me quejo mucho de mi falta de libertad, de intimidad y de tener que pasar tanto tiempo en casa, es cierto. Porque no cabe duda de que todo en exceso es perjudicial, ya se sabe. Pero, también es verdad,  que en muchas ocasiones no me molesto en ver la parte positiva del asunto…

Por eso, yo mejor que nadie comprendo que muchos cuidadores perciben estas situaciones domésticas como un encierro forzoso, como una jaula que coarta sus ansias de libertad y vida social, y lo entiendo perfectamente (¡yo también padezco días así de negativos, como les mencioné anteriormente!).

Pero mi intención es enseñar y reflexionar otro ángulo de perspectiva, más particular y sutil, desde el que mirar la vida y valorarla. Y es que como siempre argumento, toda circunstancia adversa posee un componente de positividad  y aprendizaje que nos mejora la existencia 🙂 .

En suma, una de las ventajas de ser cuidadores es que tenemos la oportunidad de romper con los patrones de vida acelerada, centrados en obtener el máximo beneficio en el menor tiempo posible, y abrazar las buenas prácticas de la Vida Lenta. Ya que precisamente tiempo es lo que nos sobra… y, tal vez, actividades (placenteras) en que invertirlo es lo que nos hace falta, ¿no les parece?

En fin, muchas , muchas gracias por haberme dedicado un pedacito de su tiempo y escuchar leer mis reflexiones de andar por casa. ¡No dejen de comentarme qué opinan! ¿Están de acuerdo conmigo o creen que perdí algún tornillo en algún momento y en algún lugar? ^^

Les mando un abrazo muy fuerte, cuidadores.

Cuídense mucho (y no es una sugerencia, ¡es una orden! 😉 )

 

4 comentarios en “LOS CUIDADORES Y LA FILOSOFÍA DE LA VIDA LENTA (SLOW LIFE).

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