
¡Hola, cuidadores!
Ante todo, ¡¡¡Felices Fiestas navideñas!!! Unas fiestas diferentes donde las haya, por cortesía de un extraño virus que puso de rodillas al mundo entero. Pero en la vida hay que saber reinventarse. ¡Y, sin duda, el COVID-19 nos obliga a tener más flexibilidad mental y resiliencia que nunca!
Sin embargo, creo que si eres una cuidadora o un cuidador familiar (o informal) cuentas con una ventaja poderosa a la hora de saber gestionar mejor esta situación social y emocional. Porque los cambios bruscos y continuados; los confinamientos domiciliarios y el extremar precauciones para salvaguardar la salud de nuestros familiares enfermos de Alzheimer forma parte de nuestra rutina. Así que nuestra sabiduría juega a nuestro favor en esta ocasión 😉 .
Pero bueno, centrémonos en las partes más positivas de la realidad que nos toca vivir: ¡¡estamos en Navidad!!
Y estas últimas semanas del año nos invitan a conectar con nuestro optimismo y nos anima a reunirnos con nuestros seres queridos. Además de que estas fechas estimulan nuestros cinco sentidos como ninguna otra: con sus luces de colores; el aroma y el sabor de delicias típicas de esta época; las melodías navideñas, etc. Algo que ya mencioné en otro post anterior.
Aunque ya sé que para muchas personas estas Fiestas resultan muy difíciles de gestionar a nivel emocional. Máxime cuando hay personas enfermas en la familia. Es lógico que así sea. Pero precisamente, para intentar hacerles levantar su ánimo y vivir estas fechas con el mayor encanto posible, les escribo este texto.

LO MEJOR DE LAS FIESTAS NAVIDEÑAS: LOS RITUALES
Para mí, lo que más me gusta de este periodo del año, son la cantidad de rituales que podemos hacer en estos días. Desde rituales propios del Solsticio hasta ritos de fin de año y año nuevo. ¡Y si profesas la Kabalah o eres judío/a seguramente celebres Januka y consideres a Diciembre como el Mes de los Milagros! 🙂
Sea como fuere, para mí, como cuidadora y como persona que cultiva su desarrollo espiritual y emocional, los rituales forman parte de mi vida. Y cumplen una función apasionante y fabulosa, a la que me aferro con uñas y dientes ^^. Porque sí, me colman de fe y me hacen creer que nada es imposible en esta vida. Y, sobre todo, me ayudan a creerme posible.
En otras palabras, para mí los rituales me salvan de caer en la desidia, en la desolación y la desesperación. Lo cual supone una enorme amenaza cuando somos cuidadores/as a tiempo completo o indefinido. Y, en cambio, me proporcionan bienestar y confianza. Además, claro está, de ayudarme a valorar mi aquí y ahora y darme cuenta de todo lo bueno que hay en mi vida. ¡¡Sí, a pesar de los pesares!! 🙂
Y de eso quiero hablarles aquí: de la importancia que cumplen los rituales en la vida de las personas cuidadoras. Para mantener encendida su actitud positiva y no olvidarse de sí mismas.
Con todo, amigos/as, les recuerdo que cuando rezamos, hacemos peticiones al Cielo o realizamos un ritual en busca de un milagro, no estamos pidiendo que venga un dios a salvarnos. Antes bien, nos estamos comprometiendo ante nosotros/as mismos/as (y ante el Cielo) a salir adelante. A no aislarnos de la vida y la su abundancia que nos otorga. ¡¡¡Y ese, indudablemente es nuestro mayor milagro!!!
¿POR QUÉ SER CUIDADORA DE PERSONAS ENFERMAS ME VOLVIÓ UNA PERSONA ESPIRITUAL?
No sé si lo saben… aunque seguramente ya lo habrán intuido aquellas personas que me leen desde hace tiempo… Yo acredito en la magia, en los mundos intangibles y energéticos, en que todas las cosas tienen un espíritu propio. Y recurro a ese mundo mágico cuando me siento vencida. En pocas palabras, soy una brujita de andar por casa 😉 .
Por eso me encanta hacer rituales con los elementos que nos regala la naturaleza. En mi casa siempre hay un vela encendida que ilumina mi vida; inciensos o sahumerios que hacen de mi casa un lugar más entrañable; lámparas de sales del Himalaya. También minerales diversos, plantas y ramos que me permiten apreciar la belleza que existe en este mundo.
Y plumas, ¡muchas plumas! Ya que me recuerdan que tengo a un ángel de la guarda que no me deja sola y que debo ser flexible y suave, conmigo y con los demás.
Siempre me sentí muy conectada con la naturaleza y siempre creí en la magia. Pero no esa magia de «abracadabra», sino en esa que nos aporta bienestar y nos enlaza con la divinidad y el Universo.
Sin embargo, mi rutina espiritual y mística se acrecentó después de que se enfermase de Alzhéimer mi hermano. Aunque, si rememoro mi adolescencia, también acudí a la espiritualidad durante la época en que vivió mi mamá, que también padeció Alzhéimer.
No obstante, en esa etapa fui mucho más práctica y terrenal. Me refiero a que opté por tirar al máximo de mi espíritu de supervivencia y normalizar esta situación tan jodida lo mejor que pude. Ignorando mis emociones y dejando de lado mi propio crecimiento espiritual. Sencillamente sentía que no tenía tiempo para esas cosas.

LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER DE MI HERMANO: UN HITO EN MI DESARROLLO ESPIRITUAL
Así, en lugar de fortalecer mi fe, mi vida espiritual, me dediqué a buscar soluciones a cada problema que se presentaba. Pensaba que, si me movía con tenacidad y me ocupa por resolver cada problema que surgía a causa de la enfermedad, podría reducir el sufrimiento de toda mi familia, y especialmente de mi mamá. ¡¡Craso error!!
Me desgasté muchísimo, me desconecté de mis emociones, mi fabriqué una coraza para tapar mis miedos y mi desazón, me volví rígida y pesimista… Y, sobre todo, me olvidé de cuidar de mí misma y de amar la vida.
Así pues, cuando se enfermó mi hermano, y me vi abocada a repetir la misma experiencia de tener convivir con un enfermo crónico y una enfermedad degenerativa, comprendí que esta vez tenía que hacer las cosas de otra manera. Me lo debía a mí misma.
Entonces entendí que si mi destino, mi karma, era lidiar con las enfermedades incurables y devastadoras de mi familia, algo debía aprender de esas experiencias. Algo me estaba enseñando el Universo con ellas y yo debía trascenderlas, vivirlas de una forma más enriquecedora.
En mi caso, conforme la enfermedad de mi hermano avanzaba con crudeza sobre su ser, yo empecé a sentir la necesidad imperiosa de conectar con mis emociones verdaderas. Dejar de ser tan resolutiva y práctica, para atravesar a conciencia este episodio.
Pero, ¡obvio!, los hechos me dolían y me desarmaban. Cada vez fui sintiendo más compasión y tristeza por él y por mí, por lo que nos esperaba vivir de los años venideros. Y, en medio de la desesperación y el sufrimiento, abrí mi corazón a la espiritualidad.
EL PODER DE LOS RITUALES COTIDIANOS Y EXTRAORDINARIOS EN LA VIDA DE LOS CUIDADORES
Y es que necesitaba sentir que, si los designios de Dios son inescrutables, yo debía extraer un significado, un consuelo. Pero también sabía que yo debía ser feliz, que me merecía vivir mi propia vida, a pesar de las limitaciones que me imponía mi faceta de cuidadora. Ya no quería seguir siendo la sombra de otra persona, sino brillar con mi propia luz.
Con el tiempo comprendí que la realidad hay que aceptarla tal y como es para no sufrir tanto; pero que la vida también había que llenarla de fe y magia para que fuese llevadera. Y fue así como comencé a llenar nuestra vida de realismo mágico, como ya les comenté alguna vez.
Y es ahí donde los rituales se convirtieron en un hábito. Gracias a ellos encuentro confianza para seguir adelante y realizarlos me hacen sentirme más cerca de las certezas. En otras palabras, me aportan un montón de estabilidad emocional.
Pero hacer rituales tiene un significado mucho más que esperanzador para mí. Los rituales son un recordatorio de cuáles son mis deseos, qué es lo que quiero ser y el legado que quiero dejar en el mundo. Por tanto, me conectan con mi pasión y me ayudan a no olvidarme de mí misma. Me invitan a ser responsable conmigo y realizar el cometido que todos traemos al venir a este mundo: ser feliz y compartir mi felicidad con los demás.
De ahí que, para mí, los rituales resulten tan indispensables:
- Porque nos traen paz, reflejan nuestra confianza de que nuestro futuro puedo ser más halagüeño.
- Nos recuerdan que, más allá de ser cuidadores/as, de velar por el bienestar y la protección de otras personas, nosotros también merecemos cuidarnos. Debemos atender nuestros sueños, cultivar nuestras metas y no abandonarnos nunca en medio del camino.
- En este sentido, nos conectan con nuestro poder personal, nos recuerdan que somos capaces de atravesar esta dura etapa y que podemos superarla o trascenderla. Tal vez con mucho sacrificio, pero somos capaces de conseguir ese milagro.
- Además, los rituales nos aportan equilibrio (o al menos cierta sensación de autocontrol cotidiano), nos infunden armonía y embellecen nuestros espacios.

¡CELEBREMOS LA VIDA Y NUESTRA CAPACIDAD DE OBRAR MILAGROS, CUIDADORES /AS!
Por tanto, queridos/as amigos/as, como cuidadora, les animo a realizar rituales sencillos que les llenen de luz y amor el corazón. Cada vez que lo necesiten o de forma permanente. Y si no lo hacen aún, la época navideña resulta una temporada ideal para realizarlos.
Con sus luces de colores, sus árboles y plantas propias de estas fechas, sus postres típicos y sus momentos propicios para dar lo mejor de nosotros/as a los demás,… El mero hecho de celebrar estas Fiestas y adornar nuestro hogar o reunirnos con nuestros seres queridos, ya supone realizar un cúmulo de rituales 😉 .
Sin embargo, la magia de los rituales reside en hacerlos con consciencia, con plena voluntad. De este modo, nos infunden la ilusión y la motivación que necesitamos para movernos hacia adelante. Esa es su principal, sino única, función: hacernos vibrar bienestar y certezas.
¡Ah! Sí, es cierto, existe otra función que entrañan los rituales: ¡¡nos recuerdan que nosotros/as somos hacedores de milagros!! 🙂 Principalmente porque somos capaces de convertir el plomo que inunda nuestra cotidianidad en oro emocional para nuestros familiares enfermos. ¡¡Ahí es nada!!^^
Y eso, amigos/as míos/as, tiene un nombre: ¡¡¡¡somos unos alquimistas emocionales y espirituales!!! ¡¡¡Felicidades!!! 🙂
¡¡Así pues, les animo, cuidadores y cuidadoras del alma, a que enciendan velitas e inciensos; hagan sus listas de situaciones y emociones que deseen sacar de sus vidas; sus listas de deseos y propósitos que quieran manifestar; y celebren todo lo que tienen, todo lo que han logrado en sus vidas y todo lo que dan a los demás.
Y si además podemos compartir nuestros rituales y celebraciones con nuestro familiar enfermo, ¡seguro que la sensación de gratitud y la ilusión es doble!
En fin, cuénteme qué rituales hacen ustedes y cómo les ha ayudado la experiencia de ser personas cuidadoras en el desarrollo de su espiritualidad.
Les mando un abrazo enorme y lleno de complicidad. De cuidadora a cuidadores/as 😉
Buenas noches Sabrina!
Gràcias por tus hermosas palabras, llenas de energía positiva! Junto a mi madre, cuido a mi padre enfermo de Alzheimer. Cuando cumplió los 70 años (año 2010) empezó a manifestar ciertos síntomas. Ahora tiene 80 años y la enfermedad está ya muy avanzada….
La fase más dura fue al inicio, no tanto por mi padre, sino por mi madre, que no acababa de comprender la situación. Creo que nunca en mi vida he sufrido tanto stress…en fin, vengo a decir es que en esos momentos tan sumamente duros descubrí, casi por casualidad, unas plantas muy hermosas y muy antiguas, que guardan cierto parecido con los helechos y las palmeras: las cicadales! Precisamente porque son unas plantas «difíciles» de cultivar, requirieron toda mi atención y cariño. Siempre digo que estás plantas han sido mis cuidadoras y sanadoras. Con el tiempo, he ampliado mis preferencias botánicas: ahora también me encantan las plantas crasas, especialmente las especies sudafricanas.
Creo que el poder sanador de las plantas reside precisamente en las rutinas necesarias para su cuidado: uno se olvida de si mismo y centra su atención en su bienestar….y otra cosa muy curiosa: cuando, por los motivos que sean, pierdo una de mis plantitas, lo acepto sin más. Aunque duele perderlas, no hay que quedarse parado sin hacer nada: hay que pasar página y seguir adelante! De los errores también se aprende! La nuevas plantas crecerán, seguro, más vigorosas y sanas!
Un abrazo muy fuerte!
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¡Muy buenas, Josep! Mil gracias por compartirme tu experiencia como cuidador informal; en la cual, además, me he visto muy reflejada.
Pero sobre todo te agradezco que me hablases de tu vínculo con la plantas. La verdad no conocía a las cicadales y me pareció fabulosa la referencia que me das sobre ellas. Me informaré más sobre esas cicadales, que me has despertado mucha curiosidad 🙂 .
Yo también tengo muchas plantas en mi casa, porque me aportan vida; pero esa relación de cuidados y sanación que tienes con tus plantas, tan humana y sensible, la tengo yo con mis gatitos. Para mí ellos son mis cuidadores y mis sanadores.
En cualquier caso, aunque considero que todo tu comentario encierra todo un tesoro emocional y metafísico, y por eso me ha movido tanto el corazón recibirlo, me quedo especialmente con tu reflexión sobre lo importante que es aceptar la pérdida de una de tus plantitas, asumir el dolor, atravesarlo, pero seguir adelante, con la paz de sentir que hemos hecho lo que hemos podido, con las capacidades y la sabiduría que teníamos en ese momento. Sin más. Sin remordimientos. Y, por supuesto, con la esperanza de que la próxima vez lo hagamos mejor. ¡¡Eres un ser maravilloso, Josep!!
Te deseo un feliz año y mucha paz y mucha luz para ti y tus seres queridos (¡incluyendo flora y fauna, claro!).
Te abrazo fuerte.
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Buenas tardes Sabrina!
Nuevamente, gracias por tus palabras! No tengo gatos en casa, pero si una perrita muy simpática: una caniche de cuatro años llamada Ona. La fuimos a recoger cuando el Alzheimer de mi padre ya estaba diagnosticado pero aún no había perdido del todo el habla. En ocasiones, especialmente por las mañanas, cuando acabamos de levantar a mi padre, Ona se acurruca en su regazo y le hace un ratito de compañía….
En relación con los animales y las plantas, está claro que guardan una verdad muy profunda, que trasciende las palabras: basta mirar a los ojos de un perro o un gato para darse cuenta de ello….básicamente, mantienen un vínculo muy fuerte con nuestra madre, la tierra, que en la mayoría de personas, por desgracia, se ha perdido o difuminado. Las plantas son aún más enigmáticas: guardan una verdad aún más profunda, seguramente porque fueron y siguen siendo el espíritu encarnado de la madre tierra…..por eso son tan maravillosas!
Un abrazo:
Josep
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Buenas tardes, Josep!
Ante todo, ¡¡feliz Año Nuevo para ti, tu madre y tu padre!! ¡Y muchas gracias nuevamente por tu comentario!
¿Sabes? Me hace mucha gracia que vuestra perrita se llame como uno de mis gatos: Ona. En mi caso, lo bauticé así porque es blanco y amarillo y me recordaba al territorio Onaisin, a esa región del sur de la Patagonia argentina que se llama hoy en día Tierra de Fuego.
En fin, sin duda, suscribo cada una de tus palabras sobre la naturaleza, los animales y la flora. Yo también soy de esas personas que se siente unida a todo el medioambiente y extrae mucha energía y emociones positivas paseando por la naturaleza y conviviendo con mis gatos, la perrita de mi padre y mis decenas de plantas. Y sí, tienes toda la razón: las plantas son muy enigmáticas para mí también; aunque mi fascinación se la llevan los árboles. ¡Soy de esas locas que va abrazando árboles por la vida! ¡ja, ja!
Pues, para este año que comienza, te deseo que sigas creciendo rodeado de tus plantitas, descifrando las lecciones vitales que te comparten y llevando de la manera más serena posible la enfermedad de tu padre. Sé lo duro que se hace ver a estas personas con Alzheimer cuando están en fases avanzadas, mi hermano también está así. Hay cosas que, por mucho que se hayan convertido en cotidianas, duelen mucho, como el primer día. Y una de ellas es tratar de frente las limitaciones y estragos que el Alzheimer va generando en el cuerpo de nuestros enfermos (y sus repercusiones en los estados emocionales del resto de la familia), ¿no? ¡Pero ni modo! ¡Otro gran enigma de la vida con el que hay que convivir! ¡Te mando mucha fuerza y solidaridad!
Un abrazo fuerte, amigo.
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Buenas tardes Sabrina!
Dale un fuerte abrazo a tu hermano de mi parte, y mucho ánimo para ti.
Para despedirme, un fragmento del último capítulo de un libro de Hermann Hesse (Gertrudis):
(…) El destino no era bueno; la vida era caprichosa y cruel; no había en la naturaleza ni bondad ni lógica. Pero hay bondad y razón en nosotros, en los seres humanos, y con ellas juega el azar; a pesar de este juego, podemos ser más fuertes que la naturaleza y que el destino, aunque sea solo durante unas horas (…).
Creo sinceramente que la única razón por la que yo sigo adelante día a día es la esperanza, muy oculta, casi invisible, de que mi padre, algún día, volverá a ser el de antes. Se que es imposible, pero me niego a creerlo….
Un abrazo:
Josep
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