
Miren la lección de fortaleza que nos regalan los gorriones: parecen vulnerables, pero se obstinan en mantener el equilibrio, a pesar del desafiando el vendaval.
¡Buenos días, compañeros cuidadores!
Después de unas semanas apartada del mundo por un estrés galopante y donde mis cervicales se vieron muy afectadas, decidí volver a tomar las riendas de mi vida cotidiana… en la medida de lo posible, claro.
Anteriormente, les había contado mi obligación de tener que mudarme de apartamento y lo mucho que me había desconcertado eso. Llevaba diez años residiendo en el mismo domicilio y justo ahora que tenía a mi hermano viviendo conmigo —desde hace unos dos años—, tener que emprender una mudanza no era el mejor momento para él: para su enfermedad de Alzheimer supondría un gran inconveniente y temía que se intensificase su desorientación en una nueva vivienda.
LO QUE SUPONE INICIAR UNA MUDANZA DE VIVIENDA PARA UN CUIDADOR Y PARA SU FAMILIAR CON DEMENCIA
¡Pero ni modo! Dado que no tenía más opción, traté de tomarme esta situación de la mejor manera posible. Además, en el fondo, pensaba que todo sería más sencillo de lo que al final fue… ¡Siempre me pasa lo mismo: peco de optimismo infundado ^^ ! ¡Una que va esperanzada por la vida! ¡ja,ja,ja!
Aparte de todos los contratiempos e imponderables que envuelven de por sí una mudanza de vivienda, había que cargar cuidadosamente con la demencia de mi hermano. Yo sabía o había oído hablar de lo conflictivo que pueden llegar a ser los cambios de rutina en los pacientes con Alzheimer, pero intenté en todo momento mitigar sus efectos adversos tratando de hacerle partícipe en todo el proceso de mudanza (aunque sin agobiarlo). Y creo que esto es muy importante: incentivar a estos enfermos a colaborar, decidir, opinar, etc., con el fin de reforzar su autonomía personal y su autoestima.
Afortunadamente, el nuevo apartamento resultó muy cómoda y espaciosa, llena de luminosidad y vistas agradables… Y eso supuso un punto a favor; pero lo cierto es que dos semanas después de habernos instalado en nuestro nuevo hogar, mi hermano sigue sin interiorizar la distribución de la casa y se muestra más irritable e inquieto de lo habitual hasta antes de la mudanza 😦 …
Tal vez sea un malestar emocional que está sufriendo y que es producto de un cambio tan drástico. Sea como fuere, como cuidadora principal sé que las alteraciones en el humor y el carácter de esta clase de enfermos son un rasgo ineludible de gran parte de la dolencia. Pero como sucede en tantas ocasiones, ¡información no siempre es poder!
Quiero decir, que no por mucho anticiparse o prever determinadas situaciones, podemos saber solucionarlas. De hecho, intuyo que aquí radica el quid de la cuestión: no existe solución para sosegar los impulsos agresivos, ni sus tendencias a irse de casa, ni desarmar sus paranoias.
En mi caso, amigos, lidiar con tantos imprevistos familiares y complicaciones domésticas me dejó agotada, ¡terriblemente exhausta, mejor dicho! Y no sólo por el esfuerzo físico extra que tuve que desempeñar, sino también debido a ese estado de alerta permanente que siempre vivimos los cuidadores y que nos lleva a estar pendiente de la más mínima queja o mueca de disgusto de nuestro familiar enfermo, y que es sentida como una señal de alarma de que se avecina un berrinche 😦 .
¿Y qué decir de esa sensación horrible de que en cualquier momento va a ser necesario salir corriendo de casa, ya que por cualquier motivo irrisorio, mi hermano, airado y ofendido, va a salir por la puerta con la firme intención de ponerse el mundo por montera y dejar atrás el cálido nido doméstico? Y, la verdad… ¡a ver quién se lo impide! ¿Ponerse una a intentar razonar con un paciente con alzheimer? ¡Ja!, ¡imposible, ¿no es cierto?!
En fin… No obstante el saberme debilitada por tantos avatares y tantos delirios, llega un punto en que también me canso de sentirme cansada. Y es que si la vida se muestra como una incesante puesta en común de voluntades propias y ajenas, imprevisto y vicisitudes, lo que siempre debemos de tener presente es que lo importante no es lo que pase, sino cómo lo dejamos pasar por nuestro filtro emocional.
CÓMO DEBE REACCIONAR UN CUIDADOR ANTE LOS CAMBIOS EXTERNOS
Porque, en efecto, es así, amigos cuidadores: debemos pensar con frialdad y objetividad y saber discernir entre aquéllo que es inevitable y que no está en nuestra mano eliminarlo —como es el caso de anticiparnos a cómo va a reaccionar un enfermo de Alzheimer— y aquéllo otro en que sí podemos ejercer un poco de control —por ejemplo, cómo nos afectan los cambios o el sobre-exigirnos más de lo que realmente podemos dar, el querer tener TODO bajo control, etc.
Especialmente, me parece importante el evitar anticiparnos a las cosas, dado que ello nos crea mucha ansiedad y nunca sabemos a ciencia cierta cómo se van a dar. Tener esto claro, lejos de infundirnos desazón, debe ser visto como un factor favorable, porque es posible hallar consuelo en las certezas de las incertezas.
Y no, no es una contradicción: es una lección que puede aligerar nuestra sensación impotencia y alejar una postura victimista de «por qué me tienen que pasar a mí, cuidadora infeliz, estas cosas».
En mi opinión, resulta imprescindible mostrar una mentalidad abierta a los cambios y los sucesos inesperados. Y, a partir de ahí, sí, entiendo mejor que nadie que como cuidadores llenos de responsabilidades necesitemos tomarnos un tiempo para expresar nuestra bronca, para manifestar nuestro hartazgo y nuestra desasosiego, ¡claro que tenemos ese derecho! ^^ ¡Pero, ¡ya!, sólo un momento! No nos llenemos la cabeza de quejas estériles ni comentarios negativos, por favor. ¡Es lo último que precisamos!
Contra lo que no está en nuestra mano cambiar, hay que saber actuar con sabiduría, con confianza en los resultados y con eficiencia —cualidades, por cierto, que nos reporta la experiencia y que, tarde o temprano, toda persona cuidadora desarrolla 🙂 .
En definitiva, amigos, que me canse convivir con la enfermedad de Alzheimer en mi hogar, no implica que deba pasarme el día desganada y quejándome de mi mala suerte, porque entonces no sabría valorar y celebrar esos buenos momentos en que mi familiar está tranquilo y dicharachero, y que cada día me regala en diferentes oportunidades. Asimismo, conviene que utilicemos esa energía para crear una nueva rutina en comunión con nuestro enfermo, que lo ayude a sentirse nuevamente en casa, aunque no sea la misma que antes.
Miren, amigos, todo pasa en esta vida, ¡incluso los malos momentos! Así que si una mudanza o un cambio grande afecta nefastamente a nuestro familiar con demencia, piensen que son etapas y que antes o después llegan a su fin, para dar paso a otras nuevas.
Por último, les insisto en la idea de debemos aceptar que determinadas cosas pasan independientemente de nuestra voluntad —NO PODEMOS TENER TODO BAJO CONTROL, CUIDADORES—, pero cómo afectan a nuestra vida sí es nuestro problema… ¡y nuestra solución! ¡¡Que todo fluya, pero que no nos influya, amigos 🙂 !!
Espero que esta pequeña anécdota y reflexión extraída de mi experiencia personal les haya servido para algo —¡¡ojalá!!— y les anime a ustedes a compartir experiencias similares para que otros cuidadores podamos aprender más y más.
Mil gracias por estar en este blog y por darme un cachito de su valioso tiempo.
¡Un abrazo muy afectuoso!