Los cuidadores y el aislamiento social por COVID-19. Consejos para sobrellevarlo

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Buenos días, cuidadores/as fabulosos/as

Hoy vengo con la intención de compartir algunos consejos prácticos para sobrellevar lo mejor posible esta cuarentena impuesta por el riesgo sanitario que implica el  Coronavirus COVID19. Tal como les había prometido en el post anterior.

Después de mes y medio de confinamiento casero, puedo decirles que se puede pasar por esta experiencia sin tanto alarmismo ni angustias. De hecho, hasta es posible encontrarle su parte positiva. Por ejemplo, tener una vida más tranquila, sin tanto estrés. Aunque eso ya depende del carácter y el estilo de vida de cada persona 😉 .

Además, al no tener tanta libertad para salir de casa, aprendemos, casi sin darnos cuenta, a enfocarnos en lo realmente importante de nuestra vida. En las pequeñas cosas, que se suele decir.

Con todo, es cierto que muchas personas cuidadoras de alguien con demencia lo están pasando bastante mal en estos momentos de aislamiento social. Porque, dependiendo de en qué fase de la enfermedad se encuentren los/as enfermos/as, algunos no llevan bien estar encerrados en casa. Otros/as sencillamente no son capaces de entender lo que está pasando ahí fuera. Su fragilidad neuronal les impide captar la realidad como es.

Por todo esto, y muchas más cosas, considero muy importante que apliquen ciertas rutinas personales y familiares en momentos de encierro o falta de libertad de movimiento. Algo que, como todos/as sabemos, en el caso de los/as cuidadores/as, no sólo se vive en periodos de pandemias o crisis sociales, sino que forma parte de nuestra experiencia como cuidadores en sí.

CONSEJOS PRÁCTICOS DE UNA CUIDADORA PARA MANTENER LA CALMA EN CASOS DE PANDEMIA Y OTRAS CRISIS

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Como siempre, voy a usar mi blog para compartirles algunos consejos que para mí, como cuidadora, me han valido de mucho para salir adelante y obtener cierto nivel de bienestar interno.

No son ninguna panacea, y muchos resultan obviedades, pero no pierdo nada compartiéndolo con ustedes. Además, mi meta última es que todo el mundo nos sintamos bien y trasmitamos mucha confianza y mucha buena vibra a los demás. Así que, ¡vamos allá!

Tengamos muy presente que todo pasa. Todo pasa en la vida, y ese es un gran consuelo. Pero la auténtica paz nos la damos nosotros/as mismos/as cuando ponemos de nuestra parte para que las cosas nos pasen y aprender de ellas. Es importante tener un actitud positiva y de protagonismo en nuestra vida. No nos pasan las cosas; nosotros hacemos que las cosas nos pasen de una forma u otra 🙂 .

Establecer una rutina es fundamental. Una nueva rutina acorde con las nuevas circunstancias que nos rodean. En este sentido, planificar nuestra jornada de cada día es muy positivo porque nos permite tener una estructura, un pilar. Eso nos da sensación de control, de trabajar por un propósito (por muy ínfimo que sea) y nos aporta mucha paz y bienestar.

Si hablamos de rutinas es menester hablar de gestionar nuestro tiempo de forma útil. Somos lo que hacemos. Así que es recomendable utilizar el tiempo de forma sabia y consciente, haciendo cosas que sean importantes para nuestro bienestar, para nuestro crecimiento personal o profesional, etc. Aquí todo cabe: desde limpiar tus espacios hasta aprovechar los momentos para escuchar o ver contenidos interesantes, que sumen a nuestra existencia.

Por cierto, en la página de facebook les comparto ejercicios de estimulación cognitiva y algunas APPs interesantes para trabajar con las personas con Alzheimer, o mayores sin más, en casa.

Debemos evitar caer en la sobreinformación de temas que nos generan ansiedad o angustias. Esto aplica tanto a buscar información constantemente sobre enfermedades como a escuchar todo el rato noticias que nos alarman más que lo que nos orientan o ayudan. En este sentido, Internet puede ser un gran aliado para informarnos, pero también nuestro peor enemigo, especialmente porque en la red circula mucha información, pero no toda es rigurosa o fiable.

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Que tengamos que pasar nuestro tiempo en casa no significa que tengamos que estar desconectados de nuestras redes sociales. Por eso es bueno mantener la comunicación con nuestros familiares o nuestras amistades a través de llamadas o videollamadas. No sentirnos solos resulta primordial para mantener un estado de ánimo alto y positivo.

CUIDA DE TI Y CULTIVA EL AMOR PROPIO

Debemos cuidar de uno/a siempre. Mantener nuestro cuidado personal, nutrir nuestro amor propio, nuestra vida emocional y nuestra salud mental. ¡No se abandonen!

Y esto me lleva a la siguiente recomendación: hay que distraerse y darle rienda a nuestras aficiones y nuestras pasiones. Siempre es muy saludable dedicar tiempo a esos rituales domésticos que nos infunden ánimo y nos encienden. ¡Nada nos conecta más con el amor que sentirnos bien!

Hay muchas aficiones que se pueden realizar estando en casa. En mi caso como cuidadora mientras hacía labores domésticas escuchaba audios que me gustaban; mientras mi familiar enfermo veía la tele o dormía, me dedicaba a hacer cursos, o practicar aficiones que podía hacer desde casa. Compartíamos el ritual de tomar mates (somos argentinos^^) o infusiones, escuchar música, leer o escuchar el horóscopo del día, escribir un diario de agradecimiento cada día,  etc.

Dedicar tiempo a aprender algo nuevo es una opción fantástica. Y es una actividad que nos ayuda a tener una actitud abierta a los cambios y a invertir en tiempo en cosas productivas. Además tenemos la inmensa suerte de contar con la neuroplasticidad de nuestro cerebro, ¡y hay que aprovecharla!

Y, finalmente, enfocarnos en lo que sí podemos hacer y no en las limitaciones o lo que no podemos realizar. Sé que a veces puede parecer difícil cuando extrañamos antiguos hábitos que podíamos llevar a cabo y ahora no. Pero ejercitar nuestra mente para centrarnos en lo sí podemos hacer marca la diferencia.

No nos sentiremos tan ansiosos/as ni deprimidos/as y, en cambio, aprovecharemos el tiempo para hacer cosas que nos entusiasmen. Ello nos hará sentir cierto dominio sobre nuestra vida y, por tanto, nos ayuda a sentirnos más empoderados/as.

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Y, por supuesto, mi mayor recomendación es que atiendan sus sentimientos y nutran su espiritualidad. De verdad, amigos/as, nada enriquece tanto la vida y nos ayuda a pasar los momentos más difíciles que desarrollar nuestro mundo espiritual. Así como atender nuestras necesidades emocionales. De ahí nace la sensación de paz interior y de amor a la vida, aun en los momentos más desconcertantes.

Por eso practicar meditación, ejercicios de respiración, quedarnos en silencio delante de una taza de té o café, etc. Todas son acciones que nos conectan con nuestro poder interno y nos aportan mucha confianza. Sobre todo porque nos estamos deteniendo a sentirnos y darnos atención, a preguntarnos qué necesitamos.

PALABRAS FINALES

En definitiva, amigos/as, a pesar de las presiones sociales y la situación de crisis mundial, no caigan en miedos ni parálisis. Ustedes, como personas cuidadoras saben lidiar con este tipo de circunstancias adversas. ¡Y me consta que poseen una capacidad de resiliencia y superación a prueba de bombas! 🙂

Les mando un beso enorme y todo mi apoyo y complicidad para mantenerse tranquilos/as y con la confianza de que todo va a resolverse de la mejor manera posible.

¡Ustedes sólo preocúpense de cuidarse mucho y proteger a su familiar enfermo/a! 😉

Mucho amor y salud, amigos/as. Los/as quiero mucho.

Lo que las personas cuidadoras pueden enseñar sobre cómo afrontar una crisis (como la del COVID-19)

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¡Buenos días, amigos/as!

¿Cómo se encuentran en plena cuarentena? Yo conviviendo más que nunca conmigo misma y vibrando amor, en medio de una atmósfera llena de miedos y angustias.

Precisamente, esta sensación colectiva, de estrés diario, generada por la crisis sanitaria del virus COVID-19, me inspira a escribir este post. No con la intención de hablar sobre cómo protegernos o cuidar a las personas con alzheimer o gravemente enfermas ante esta inusitada pandemia.

Lo que les voy a compartir es una reflexión muy personal, concebida desde mi experiencia como cuidadora de familiares enfermos de alzheimer. Les voy a contar por qué considero que, como cuidadora, tengo una mayor facilidad para sobrellevar con paciencia y poco alarmismo las consecuencias de estar expuestos/as a esta pandemia del COVID-19 y a sus restricciones sociales.

LA VIDA EN PLENA CRISIS DEL CORONAVIRUS

No cabe duda que estamos viviendo una circunstancia social y sanitaria crítica, que rompe con nuestro diario vivir y nos lleva a asumir un estilo de vida que se siente anti-natural.

Al ser una situación desconocida, de fuerte impacto social y que da pie a muchas falsas noticias y opiniones de lo más variopintas, terminamos cayendo en la incertidumbre, el miedo, el no saber qué nos deparará el futuro. Y esta sensación de no tener control, de no poder responder de una manera automática a lo que se nos presenta, nos provoca mucha ansiedad. Y nos sentimos muy vulnerables, más mortales que nunca, ¿verdad?

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Creo que la sensación de no tener control sobre los acontecimientos, de que la realidad se escapa de nuestro control y de no saber cómo manejarla, es horrible. Nos desarma y nos abruma de una forma apabullante. ¡Cómo no sentir desesperación!

Además, está la obligación de tener que quedarnos recluidos/as en casa, sin ser dueños/as de nuestra libertad. Y el tener que adoptar medidas nuevas, nuevas dinámicas que son preventivas, sí, pero ajenas en muchos casos a nuestra cotidianidad, también resulta un plus de ansiedad y agobio, difícil de gestionar en un primer periodo.

Pensemos que los cambios son muy necesarios en nuestra vida, porque ellos nos ayudan a salir adelante en muchas ocasiones. ¡Yo soy un ferviente seguidora de los cambios! 🙂 . Pero también sé que se hace necesario que éstos se den gradualmente; que lo ideal es llevarlos a cabo cuando estamos convencidos/as de querer hacerlos o nos sentimos preparados/as.

Sin embargo, con la crisis sociosanitaria del COVID-19 nos vimos obligados/as a asumir una serie de cambios en nuestra rutina de manera abrupta, urgente, sin tiempo a asimilarlos. Y eso hay que reconocer que resulta una experiencia muy dura para nuestra salud mental y emocional.

Por más beneficiosos que resulten para nosotros/as estos cambios y estas medidas preventivas que estamos viviendo, tardamos en sentirlos así porque nos falta tiempo para comprenderlos e interiorizarlos.

Y es en este contexto que también hemos de lidiar no sólo con el miedo y el sentirnos indefensos/as, sino también con el terrible sentimiento de culpa que nos atiza cada vez que cometemos un error; que tenemos un olvido; que reconocemos que queremos salir de casa, tener vida social; que deseamos volver a nuestra antigua rutina; seguir adelante con nuestra vida y nuestros planes previos a este estallido del coronavirus.

¡Definitivamente, nos han sacado de nuestra zona de confort y seguridad! Y el dolor que muchas personas experimentamos por ello se siente como angustia, resentimiento, desazón o depresión.

Pues bien… Esos sentimientos tan negativos y frustrantes que en estos momentos enfrenta gran parte de la sociedad, son muy similares a los que experimentamos los cuidadores de familiares enfermos de alzheimer (u otras enfermedades crónicas o discapacitantes).

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POR QUÉ LAS PERSONAS CUIDADORAS PODEMOS AFRONTAR MEJOR LA CRISIS DEL CORONAVIRUS

Ciertamente, esta situación tan desgastante y estresante que estamos viviendo a nivel social por culpa del COVID-19 tiene mucho que ver con las experiencias personales por las que pasa una persona normal que, de repente, debe dedicarse a cuidar de un familiar enfermo/a. Y especialmente si esa dolencia es tan desconcertante y cambiante como es una demencia como la enfermedad de Alzheimer.

De hecho, los/as cuidadores/as tenemos el dudoso honor de compartir un síndrome propio, exclusivo, que afectan muy negativamente a nuestra salud física, mental y emocional. Es el llamado Síndrome del cuidador quemado.

Y es que los cambios que debemos hacer en nuestro estilo de vida y los cambios tan bruscos y constantes que forman parte del alzheimer (que van desde cambios de humor en nuestro/a familiar enfermo hasta cambios en las etapas por las que pasa la enfermedad y su deterioro físico y cognitivo) nos hace sentirnos desquiciados/as y asustados/as a partes iguales.

Es más, por mi experiencia como cuidadora, de mi madre en el pasado y de mi hermano en el presente, podría citar las siguientes situaciones emocionales por las que atravesamos los/as cuidadores/as:

—> La tranquilidad y el bienestar se esfuman en la vida de las personas cuidadoras. Al menos hasta la última etapa de esta dolencia, vivimos en un continuo estado de alarma.

—>El miedo nos paraliza. Todo con respecto al alzheimer nos resulta un mundo nuevo y muy inestable. La incertidumbre se apodera de nosotros/as. No sabemos cómo actuar, nos sentimos perdidos/as.

—>Perdemos nuestra libertad. Gran parte de nuestra vida gira entorno al cuidado personal de nuestro/a familiar enfermo y la mayor parte de nuestro tiempo la pasamos en casa. Una experiencia muy parecida a la reclusión doméstica que debemos mantener en este tiempo de pandemia.

—>La falta de tiempo para las relaciones sociales nos aboca a una soledad no deseada y muy hiriente. Además, nos sentimos muy incomprendidos/as por nuestro entorno y marginados/as por el resto de la sociedad. La distancia social que se impone en tiempos de coronavirus la vive cualquier persona que sea cuidadora, inevitablemente 😦 .

—>Corremos el riesgo de caer en un estado de estrés crónico, lo que nos genera muchos problemas de salud. Porque no sólo somos cuidadores, también tenemos que atender al resto de la familia, salir a trabajar, etc. La sobrecarga de responsabilidades es enorme.

—> Mantener hábitos saludables nos resulta complicado en un primer momento. Porque no tenemos tiempo libre para realizar alguna actividad física, nuestras aficiones, descansar, etc.

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—> El hartazgo y la frustración por sentirnos tan limitados/as, tan atados/as nos hace enfermar y nos hunde en la depresión. Pero, ¡ojo!, no podemos deprimirnos porque tenemos que atender a nuestros/as enfermos/as. Así que no nos queda otra que tirar del espíritu de supervivencia. Seguramente gran parte de la sociedad se esté sintiendo así en la actualidad, por no poder salir de sus casas para no propagar más el COVID-19.

—> El sentimiento de culpa se convierte en una constante en nuestra vida. Cargamos con las penurias por las que pasa nuestro ser querido enfermo. Nos sentimos mal por no poder serle de más ayuda; nos sentimos mal por querer tener tiempo aparte para nosotros/as; nos sentimos mal por no poder lograr que las cosas sean distintas y salvarnos a todos/as.

—>El resto de la familia también pasa por momentos de angustia y frustración, así que muchos/as cuidadores/as tratamos de amortiguar ese malestar general. Y en el intento, tendemos a caer en el papel de ser superwoman o superman, de obligarnos a poder con todo.

—> Con frecuencia nos vemos atosigados por la inestabilidad económica. Muchas personas cuidadoras debemos abandonamos su vida profesional para cuidar a su familiar. Sino debemos contratar servicios externos o personas profesionales para que cuiden de nuestro enfermo/a y eso supone muchos gastos económicos. Y una gran preocupación que se suma a otras muchas.

Como ven, muchas emociones y situaciones que vivimos los/as cuidadores/as a diario coinciden con las que muchos individuos están padeciendo por culpa de esta pandemia que se escapa de nuestro control.

Con todo, les garantizo que la mayoría de los cuidadores salen adelante. Quizás en muchos casos con sangres, sudor y (muchas) lágrimas, pero salen adelante. Y es que, puede sonar paradójico, pero no hay nada como convivir con la enfermedad de cerca para aprender a valorar la vida.

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LA CAPACIDAD DE RESILIENCIA DE LOS CUIDADORES

Al final, como suele decirse «lo que no mata, fortalece», y con el tiempo quienes somos cuidadores/as aprendemos a adaptarnos a esta vida. Y conforme pasa el tiempo también las vicisitudes que entraña la enfermedad de alzheimer se van calmando, hasta llegar a ese último período en que la persona enferma pasa a estar encamada y es absolutamente dependiente de nosotros/as.

Y entonces volvemos a tener cierto control, a no vivir con el corazón en la mano y a poder planificar un poquito mejor nuestra rutina. Y lo mismo va a pasar con esta crisis sanitaria. Volveremos a la normalidad… aunque ya nada será lo mismo, porque nosotros/as tampoco lo seremos después de esta experiencia tan excepcional. Igualito que le sucede a quien ha sido cuidador /a y ha dejado de serlo tiempo después.

Ante situaciones como las actuales, donde debemos enfrentarnos a crisis como las del coronavirus, nos damos cuenta de cuánto hemos aprendido de nuestra experiencia como cuidadores/as y cómo hemos sabido hacer de una circunstancia adversa y crítica una oportunidad para hacernos más fuertes y empáticos/as. Y confiar en que al final todo saldrá bien.

Sinceramente, creo que pocas personas pueden enseñar tanto de capacidades como la resiliencia, la flexibilidad o la maravillosa vulnerabilidad como alguien que ha sido cuidador/a. Asimismo, una de las grandes lecciones que nos ha dejado esta vivencia reside en saber transmutar el miedo en amor a la vida y a los que están a nuestro alrededor.

Y así, sin querer queriendo, la aparición del COVID-19, con todo lo nefasta que puede ser, nos sirve para visibilizar la vida tan dura y complicada que tienen muchas personas cuidadoras. Una vida doméstica, silenciosa, en convivencia con la enfermedad y a la que pocos prestan atención. ¡Ojalá esta experiencia sirva a la sociedad para mostrar mayor comprensión y solidaridad hacia este colectivo humano tan poco valorado aún!

Bueno, por hoy esto es todo.

En el siguiente post compartiré algunos consejos que, como cuidadora, pueden ser de apoyo para superar circunstancias limitantes y desafiantes; que nos llevan a replantearnos nuestra vida, pero también nos dan la oportunidad de darle un nuevo sentido y reinventarnos en una mejor versión.

¡Ya van a ver cómo toda adversidad puede sobrellevarse con actitud positiva, empeño y mucha aplicación de inteligencia emocional! 😉

Les agradezco haber compartido un cachito de su cuarentena conmigo y acercarse un poquito más al mundo de los cuidadores. Que, aunque desafiante, también está lleno de realismo mágico 🙂 .

¡Les mando un abrazo inmenso y mucha salud, fortaleza y certezas para superar la vida en tiempos de coronavirus !

 

 

 

 

 

EL LABERINTO DE LA SOLEDAD EN LOS CUIDADORES

Mirando la vida pasar...

«Allí, en la soledad abierta, nos espera también la trascendencia: las manos de otros solitarios». (Octavio Paz)

¡Buenos días, amigos!

Hoy quiero tratar con ustedes, que tan bien me comprenden, un dilema que agrava bastante la cotidianidad de los cuidadores: la sensación de soledad y marginación.

Quienes se dedican a cuidar a algún enfermo crónico y dependiente saben que una de las consecuencias más desagradable con que se van a encontrar es con una notable disminución de la vida social, cuando no la sensación de haberse quedado solos. Honestamente, y sin ánimos de exagerar, creo que esta sensación angustiosa es el común denominador de la gran mayoría de los cuidadores.

Y es que llegar a esta situación (indeseada) resulta un hecho prácticamente inevitables.

Todo este asunto, amigos, viene a colación por una anécdota que me surgió recientemente: hace unos días leí en una nota del periódico EL PAÍS sobre la soledad como una nueva epidemia de gran calado en la sociedad actual —lo que resulta paradójico si pensamos que los tiempos que corren se caracterizan precisamente por estar todos hipervinculados a través de las redes sociales, no ya solo presenciales y cercanas, sino también virtuales y lejanas, ¿verdad?— En cualquier caso, esta noticia enunciaba las consecuencias que una situación de soledad crónica puede traer consigo:

“Las pruebas biológicas realizadas muestran que la soledad tiene varias consecuencias físicas: se elevan los niveles de cortisol —una hormona del estrés—, se incrementa la resistencia a la circulación de la sangre y disminuyen ciertos aspectos de la inmunidad. Y los efectos dañinos de la soledad no se acaban cuando se apaga la luz: la soledad es una enfermedad que no descansa, que aumenta la frecuencia de los microdespertares durante el sueño, por lo que la persona se levanta agotada”.

¿Podemos, pues, enfermar de mal de soledad al igual que ocurre con el mal de amores? ¡Diversos estudios parecen indicar que sí, en efecto, la soledad puede resultar altamente destructiva!

Y esta información me ha llevado a reflexionar sobre cómo nos afecta a muchos cuidadores esta fenómeno emocional de la soledad, dado que sé perfectamente que se trata de un asunto que tiene una especial incidencia de la vida de muchos de  nosotros.

LA SOLEDAD EN LOS CUIDADORES DE ENFERMOS DE ALZHEIMER Y OTRAS ENFERMEDADES CRÓNICAS

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Photo credit: Foter.com

Afortunadamente no todos los casos son iguales. No obstante, sabemos que como cuidadores principales de nuestro hogar existe una tendencia a dejar detenida nuestra propia vida para centrar nuestras energías en velar por la vida de nuestro familiar enfermo.

Es curiosos como puede llegar a cambiar tu vida un suceso concreto que ocurra a tu alrededor… ¡Jamás me hubiese imaginado describiendo la soledad como un hecho negativo! Porque yo siempre me he considerado una fanática de los momentos solitarios, siempre los he necesitado (para mí eran poco menos que un tiempo balsámico) y siempre me he reconocido muy recelosa de mi ‘espacio propio’.

Pero claro, evidentemente, también tenía oportunidades de intercalar instantes de vida social en mi rutina ermitaña; mientras que ahora…, pues, como que esos días han pasado a mejor vida —aunque, por afortuna, ahí están herramientas como el teléfono o numerosas aplicaciones de smartphones para hacernos las comunicaciones más asequibles, ¡benditos artilugios! 🙂

Pero lo cierto es que siendo cuidadores nuestra existencia cotidiana se reducen básicamente a nuestra vivienda y aquellos espacios exteriores a donde podemos llevar a nuestro enfermo. Ademas, en el caso de cuidar a un enfermo de Alzheimer, mantener  una rutina más o menos estable es primordial para el paciente. Pero esta realidad para los cuidadores significa reducir su vivencia a las necesidades de esa persona que cuidamos, a su ámbito doméstico, a ser el lazarillo de su familiar dependiente y llevar una vida demasiado programada… y solitaria. Ante esta perspectiva es lógico sentir que nuestra vida cae en una especie de telaraña paralizante que nos atrapa cada vez más y nos somete a un estilo de vida anodino, indeseado… y solitario.

Y es que la consabida soledad del cuidador aparece como un efecto inevitable de dicho papel. Ya no somos dueños de nuestro tiempo, no se puede trabajar fuera de casa, las amistades se distancian ante la escasa disponibilidad que tenemos, la pareja se aleja porque percibe que cada vez resulta más difícil contar con momentos de ocio e intimidad,… Y, en líneas generales, la vida social se esfuma sencillamente porque no hay tiempo libre ni hay libertad de movimiento para los cuidadores.

En esta tesitura, supone una proeza encontrar distracciones que funcionen de válvula de escape mental, ¿verdad, amigos?

Es ineludible pensar que nuestra existencia se vuelve mustia, como si algo no funcionase como debería  funcionar… Tal vez todos esos efectos adversos, esos males, que experimentamos cuando dedicamos nuestra vida entera a cuidar a una persona se deba precisamente a este aislamiento obligado al que estamos sometidos y, por ende, a la soledad que padecemos. Y eso perjudica muchísimo nuestra salud mental.

No obstante… ¡Siempre se puede hallar luz en la oscuridad! 🙂

LOS BENEFICIOS DE APRENDER A AMAR LA SOLEDAD

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Photo credit: Foter.com

Para mí es justo en medio de tanto caos personal y tanta quietud social cuando te das cuenta, como si se te encendiese la típica lamparita mental, de que hay alguien que está ahí siempre a tu lado, presta a escucharte y darte un consejo; alguien a quien sueles ignorar de puro cotidiano que se te hace; alguien que sabe que tienes todo un potencial por explorar y trabajar que vale la pena manifestar; alguien que te dice que debes aprovechar tus nuevas circunstancias personales para reinventarte y apostar por ti misma. Ese alguien inevitablemente eres tú.

Y no hay mejor momento para conectar con una misma que cuando se está sola. Puede que al principio sea una dinámica impuesta por  factores externos a nosotros, pero la clave está en convertir la obligación en pasión, como si tornásemos una debilidad en fortaleza.

De corazón lo digo,  estoy convencida de que una soledad deseada, aceptada y explotada puede darnos unos beneficios maravillosos a nivel emocional, ¡no hay nada más poderoso que conocerse a sí mismo!

Este tiempo de soledad nos permite conocernos mejor, detenernos a reflexionar en qué deseamos de la vida, qué vale la pena tener en ella o qué sobra,… ¡Y nos permite dedicarnos a desarrollar —o incluso desempolvar— esas pequeñas actividades que tanto nos apasionaban realizar. ¡A veces alejarse del mundanal ruido no es tan malo! ^^

Y así, queridos amigos, si conseguimos aceptar de buen grado nuestra realidad actual como cuidadores, con todas sus limitaciones y sus sombras y su solitud inherente, lo cierto es que ésta puede ser una etapa estupenda para conocernos mejor, transformar nuestra vida (derivarla para otros derroteros más gustosos) y, de este modo, fortalecer nuestra autoestima.

En anteriores entradas ya traté el tema de la importancia de ejercitar la autoestima y utilizar las ventajas de internet con todos los recursos que ofrece para trabajar nuestras motivaciones. Y estoy convencida de que en situaciones adversas es cuando sale a la luz lo mejor de nosotros, nuestros auténticos ‘yoes’.

«La soledad, el sentimiento y conocimiento de que uno está solo, excluido del mundo, no es una característica exclusivamente mexicana. Todos los hombres, en algún momento de sus vidas, se sienten solos. Y lo están. Vivir es separarse de lo que fuimos para acercarnos a lo que seremos en el futuro. La soledad es el hecho mas profundo de la condición humana». (Octavio Paz)

En última instancia, si la soledad se convierte en una losa para quien sea una persona cuidadora, siempre se puede optar por acudir a terapias psicológicas individuales o grupales, ya sean privadas o ya sean ofertadas en las Asociaciones de familiares de enfermos de Alzheimer. O anotarse a actividades culturales o deportivas, en caso de que se cuente con unas pocas horas de tiempo libre. O navegar en internet en busca de grupos de apoyo o de información para desarrollar aquellas cosas que nos gusten —¡hoy en día la red es un auténtico cajón de sastre donde cabe todo de todo ^^!

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Photo credit: Foter.com

¡A propósito!, y después de haber citado a estos grandes amigos ajenos que suponen para mí muchos escritores como Octavio Paz y Alejandra Pizarnik, este tema me trae a la memoria dos libros cuyas lecturas también me hicieron pensar mucho sobre el concepto y el sentimiento de la solitud y cómo afectaba a las mujeres actuales (para bien y para mal).

Uno de ellos es un hermosa novela de Marcela Serrano titulada El albergue de las mujeres tristes; el otro es un ensayo ameno y esclarecedor, autoría de Carmen Alborch, denominado Solas”. A quien esté interesado en explorar el mundo de las soledades, se los recomiendo encarecida y cariñosamente.

Porque, en ocasiones, amigos míos, conviene no olvidar que todo se reduce a la perspectiva desde la cual observamos las cosas. O, si se quiere, a la actitud que pongamos en el manejo de las situaciones. Como ya he sostenido alguna vez, lo realmente relevante no es lo que sucede, sino cómo dejamos que afecte a nuestra vida, y esta máxima es perfectamente aplicable a una vida solitaria, ¿no les parece?

Les agradezco inmensamente que hayan optado por leer esta reflexión que les traigo; que compartan su tiempo conmigo y que nunca me dejen sola ;).

Les mando un abrazo afectuoso a todos los cuidadores y los seguidores de ¡Buenos días, Alzheimer! y les deseo lo mejor de lo mejor 🙂

¡Hasta la próxima!

¡Cuídense mucho, cuidadores!