
«Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosostros (…)» Juan 1:14)
«Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias». (Eduardo Galeano)
¡¡Buenos días, amigos!!
¡Claro que sí! Yo también acredito que estamos hechos de historias, lo que equivale a decir que estamos hechos de palabras convenientemente entretejidas con las que transmitimos todo nuestro potencial: lo que somos, lo que queremos ser, cómo entendemos la vida y el valor que le damos a todo lo que nos sucede y nos circunda. ¡Y es bueno que compartan todas esas historias que los hacen personas únicas e irrepetibles, para que los demás nos inspiremos o aprendamos de ustedes! 🙂
Y es que es indudable que las palabras encierran una fuerza, un poder connatural e inefable en sí mismas. Por eso, yo creo que uno de los mayores regalos que me han dado, uno de mis bienes más preciados y una de las mayores virtudes que detento es la capacidad de leer y escribir.
Mi aprendizaje de la lectoescritura supuso un salto cualitativo en mi vida, ¡hasta el punto de que no sabría concebirla sin andar por ahí descifrando signos lingüísticos por doquier!
Y desde que soy cuidadora, y dado la restricción que me supone para hacer vida social fuera de casa y poder pasarme horas con mis amigos charlando y charlando, la lectura de libros y páginas digitales ha sido para mí toda una salvación.
Leyendo distraigo mi mente y mis emociones, y mitigo un poquito esa sensación de soledad incómoda que me produce pasar tantas horas metida en casa o permanentemente pendiente de mi familiar enfermo. Es más, de los beneficios que nos regala la lectura a los cuidadores traté en un escrito anterior en este blog
Pero hoy quiero reflexionar con ustedes sobre la importancia de utilizar una vocabulario positivo y compasivo con nosotros mismos y con los demás. Porque las palabras crean historias en nuestra mente, las historias influyen en nuestros pensamientos y los pensamientos marcan el modo en que percibimos la vida.
EL PODER CONSTRUCTOR O DESTRUCTOR DE LAS PALABRAS QUE DECIMOS
Dicho de otro modo, lo que decimos esconde —y refuerza— un patrón de conducta, en cuanto a creencias o filosofías de vida, que nos terminan definiendo.
Precisamente porque las palabras significan tanto, la selección que hagamos de ellas contienen la fuerza de destruirnos o de construirnos; de beneficiarnos o de hundirnos; en definitiva, de perfeccionarnos o de envilecernos.
Y es que cada vez que proferimos un «ojalá…», un «no puedo…», un «no soy capaz…», un «me falta…«, un «esto me supera…» o un «me siento impotente…» nos estamos ahogando en el fango más perjudicial de la pasividad o el espíritu derrotista y lastimero.
¿¿Y de veras una persona como tú, que posee todo un cúmulo cualidades y capacidades maravillosas, de lo contrario no podrías a cuidar de nadie, se merece ese tipo de palabras?? ¡Nooooo!
Hablarnos constantemente en negativo, con verbos conjugados en modo subjuntivo e hiriendo nuestras frases con peros innecesarios, solo puede dar como resultado final un inconmensurable sentimiento de frustración e insatisfacción.
Sentimiento que nos impide darnos la oportunidad de intentarlo de veras, de actuar con el corazón; de ensayar posibles soluciones y de adquirir una actitud positiva y de superación personal que nos haga sentir reconciliados con la vida.
APLICANDO LA PROGRAMACIÓN NEUROLINGÜISTICA A NUESTRA VIDA COTIDIANA
En este sentido, la Programación Neurolingüística (PNL) aporta resultados fabulosos en nuestro crecimiento personal al aplicar la técnica mental basada en el estudio de cómo estamos programados para aceptar la vida. Es decir, cómo pensamos, qué influencia tiene todo lo que guardamos en nuestro inconsciente (creencias, fobias, parámetros culturales, sesgos personales,…) y con qué lenguaje operamos para representarnos la realidad según nuestro filtro. Por explicarlo muy brevemente…
Porque, como aseguraba Korzybsky, se trata de analizar cómo captamos en nuestro interior aquello que realmente nos sucede y ser conscientes de que la vida no necesariamente resulta ser como la tomamos («El mapa no es el territorio», ¿les suena esta frase? ; ) ).
Así pues, apostar por el empleo consciente de la PNL en nuestra rutina diaria es uno de las prácticas más recomendables que puedo sugerir a todo el mundo 🙂 . Y es que no se necesita un gran despliegue de medios ni sacrificios de horarios. Sólo tener voluntad de explorar nuestros pensamientos y el vocabulario que usamos para expresarlos, poniendo atención en erradicar toda expresión negativa que nos desmotive o nos victimice.
Reflexionar, por tanto, sobre cómo nos comunicamos con los demás y con uno mismo resulta casi un deber, dado que su influencia atañe a todos los ámbitos de nuestra vida.
Al igual que sucede cuando somos capaces de atender, reconocer y dar valía a nuestros logros y habilidades, y a los logros de los demás (empezando por celebrar las capacidades que aún permanecen intactas en nuestros enfermos de Alzheimer en lugar de lamentar sus déficit); el hábito de la comunicación positiva demuestra una actitud muy saludable ante la vida : ).
¿Y en qué grado nos influye una comunicación basada en un lenguaje en positivo?
Pues, desde un punto de vista de la intercomunicación con nuestro paciente o familiar, es fundamental trasladarles la sensación de que todo está bajo control; inspirando seguridad y una actitud positiva ante las situaciones tan difíciles y abrumadoras por las que atravesamos en el periplo que supone experimentar una enfermedad.
Así, transmitirle a quien cuidamos la confianza indiscutible de que todo cuanto ocurre entraña su parte positiva; y acompañar dicho mensaje con un lenguaje no verbal (corporal) y paraverbal (tonal) calmado y asertivo, funciona como un bálsamo en la vivencia crítica de la persona dependiente. Quien se sabe vulnerable y, por ello, nos necesita más seguros e incólumes que nunca.
Y, desde una perspectiva personal… ¡¡el hablarnos con buenas palabras es absolutamente imprescindible!! Implica el comienzo y la base del resto de las relaciones. ¿Cómo, sino, vamos a poder transmitir y alcanzar este estado de calma y de esta-todo-bien si previamente no trabajamos la intracomunicación con nosotros mismos?
Siempre, siempre, siempre la comunicación y la relación más relevante y genuina es la que mantenemos con nosotros mismos. A partir de ahí, todas las interacciones que realicemos con los demás serán un mero reflejo de nuestra intracomunicación. Por eso, debemos vigilar muy de cerca nuestras ideas.
Como suele decirse, si tienes el poder de cambiar tu mentalidad, tienes el poder de cambiar el mundo ^^. Por eso, amigos cuidadores, aprendan a controlar sus propios pensamientos y conversaciones internas:
—> Quiéranse, mímense, apapáchense —que dirían mis amigos mexicanos 😉 — y dense el chance de poder corregir cualquier error que hayan podido tener.
—> Háblanse con compasión y generosidad.
—> No busquen culpas innecesarias ni se exijan lo que seguramente no exijirían a los demás.
—> Riánse de todo, búsquelen el lado cómico a las cosas que ven, que experimentan,…
—> Y nunca utilicen la enfermedad de un familiar —u otra persona— para ponerse límites, para justificar su propia desgana,… o para sentirse una víctima. Opino que siempre somos el producto de esas decisiones que vamos tomando día a día…
Y SI HABLAMOS DE RESPONSABILIDADES PROPIAS Y LENGUAJE… HABLEMOS DEL HO’OPONOPONO
En este sentido, creo conveniente compartir con ustedes la paz que otorga el ejercicio mental de utilizar la técnica del Ho’oponopono, ¿la conocen? Significa «hacer lo correcto» y se considera una técnica sanadora, que parte de la premisa de que nosotros creamos nuestra propia realidad a través de nuestro modo de pensar. Se trata, pues, de trabajar con la mente espiritual, más que la meramente mental. Aquí les dejo algún vídeo para que aprendan más.
Lo lindo del Ho’oponopono es que nos mueve a poner amor en todo, o comprender todo a través del amor, y no desde los juicios de valor mentales que realizamos constantemente. ¿Por qué traigo a colación esta herramienta espiritual hawaiana? Pues, por el mantra esencial que utiliza para sanar esas situaciones que nos causan malestar: Lo siento; Perdóname; Te Amo; Gracias.
Cuatro palabras que inciden en poner amor y solucionar lo que nos hace sentir mal, asumiendo que hay una parte de nuestra responsabilidad en la manera en que miramos el mundo o consideramos una circunstancia. Se trata de perdonar a los demás, lo que está fuera de nuestro control; además de perdonarnos a nosotros por generar problemas con nuestra visión crítica.
Así, cada vez que uno sienta mucho malhumor, mucho dolor o mucha angustia ante una situación, lo que debe de hacer es detenerse, darse unos minutos de reflexión y asumir que se puede corregir esa situación desde los pensamientos internos.
Es entonces cuando pronunciamos las 4 frases mágicas: LO SIENTO —por el mal que estoy provocando con mi actitud—; PERDÓNAME —asumo la responsabilidad que me toca y quiero hacer lo correcto para subsanar mi error—; TE AMO —me comprometo a poner más amor donde antes no lo llegué a dar en la medida precisa— y GRACIAS —por lo que me ha enseñado esta experiencia.
Y así las palabras fluyen en nuestra mente y nos van aportando la calma y la confianza que necesitamos en nuestro día para funcionar mejor 🙂 .
Es como la práctica de rezar a Dios, solo que con el Ho’oponopono no esperamos a que alguien interceda a nuestro favor, sino que nosotros nos hacemos partícipes de nuestro propio bienestar —y, por extensión, del de los demás.
En definitiva, amigos, cuando ponemos en funcionamiento una mente proactiva, curiosa y decidida, y la manifestamos a través de palabras que señalan ver el vaso medio lleno; cuando somos conscientes de que, en esas ocasiones en que nos sintamos más vulnerables, con agotamiento y desánimo, es justo cuando más debemos demostrarnos nuestra capacidad de resiliencia, de hacer el esfuerzo extra y dar lo mejor de sí...; entonces, estamos plasmando en el mundo nuestras creencias internas, mediante nuestras expresiones lingüísticas y nuestros pensamientos.
Habrá a quienes les parezca laborioso el pararse a pensar en estas cosas, y más aun el llevarlo a cabo… Pero lo importante es que entiendan cómo se relaciona el lenguaje que usamos con nuestro estado físico y emocional. Porque cada uno nos llenamos la cabeza con nuestra propias historias y, a fin de cuentas, somos lo que contamos.
Esta es la reflexión que les dejo hoy y espero que los recursos que les menciono sean de su ayuda, esa es mi intención 🙂
¡¡Un abrazo enorme y muchos mimos, amigos!! ¡Cuídenseme mucho, cuidadores!
¡Feliz semana!