Si eres una persona cuidadora, tú eres tu mayor milagro

cuidadores y espiritualidad

¡Hola, cuidadores!

Ante todo, ¡¡¡Felices Fiestas navideñas!!! Unas fiestas diferentes donde las haya, por cortesía de un extraño virus que puso de rodillas al mundo entero. Pero en la vida hay que saber reinventarse. ¡Y, sin duda, el COVID-19 nos obliga a tener más flexibilidad mental y resiliencia que nunca!

Sin embargo, creo que si eres una cuidadora o un cuidador familiar (o informal) cuentas con una ventaja poderosa a la hora de saber gestionar mejor esta situación social y emocional. Porque los cambios bruscos y continuados; los confinamientos domiciliarios y el extremar precauciones para salvaguardar la salud de nuestros familiares enfermos de Alzheimer forma parte de nuestra rutina. Así que nuestra sabiduría juega a nuestro favor en esta ocasión 😉 .

Pero bueno, centrémonos en las partes más positivas de la realidad que nos toca vivir: ¡¡estamos en Navidad!!

Y estas últimas semanas del año nos invitan a conectar con nuestro optimismo y nos anima a reunirnos con nuestros seres queridos. Además de que estas fechas estimulan nuestros cinco sentidos como ninguna otra: con sus luces de colores; el aroma y el sabor de delicias típicas de esta época; las melodías navideñas, etc. Algo que ya mencioné en otro post anterior.

Aunque ya sé que para muchas personas estas Fiestas resultan muy difíciles de gestionar a nivel emocional. Máxime cuando hay personas enfermas en la familia. Es lógico que así sea. Pero precisamente, para intentar hacerles levantar su ánimo y vivir estas fechas con el mayor encanto posible, les escribo este texto.

Rituales para cuidadores


LO MEJOR DE LAS FIESTAS NAVIDEÑAS: LOS RITUALES

Para mí, lo que más me gusta de este periodo del año, son la cantidad de rituales que podemos hacer en estos días. Desde rituales propios del Solsticio hasta ritos de fin de año y año nuevo. ¡Y si profesas la Kabalah o eres judío/a seguramente celebres Januka y consideres a Diciembre como el Mes de los Milagros! 🙂

Sea como fuere, para mí, como cuidadora y como persona que cultiva su desarrollo espiritual y emocional, los rituales forman parte de mi vida. Y cumplen una función apasionante y fabulosa, a la que me aferro con uñas y dientes ^^. Porque sí, me colman de fe y me hacen creer que nada es imposible en esta vida. Y, sobre todo, me ayudan a creerme posible.

En otras palabras, para mí los rituales me salvan de caer en la desidia, en la desolación y la desesperación. Lo cual supone una enorme amenaza cuando somos cuidadores/as a tiempo completo o indefinido. Y, en cambio, me proporcionan bienestar y confianza. Además, claro está, de ayudarme a valorar mi aquí y ahora y darme cuenta de todo lo bueno que hay en mi vida. ¡¡Sí, a pesar de los pesares!! 🙂

Y de eso quiero hablarles aquí: de la importancia que cumplen los rituales en la vida de las personas cuidadoras. Para mantener encendida su actitud positiva y no olvidarse de sí mismas.

Con todo, amigos/as, les recuerdo que cuando rezamos, hacemos peticiones al Cielo o realizamos un ritual en busca de un milagro, no estamos pidiendo que venga un dios a salvarnos. Antes bien, nos estamos comprometiendo ante nosotros/as mismos/as (y ante el Cielo) a salir adelante. A no aislarnos de la vida y la su abundancia que nos otorga. ¡¡¡Y ese, indudablemente es nuestro mayor milagro!!!

¿POR QUÉ SER CUIDADORA DE PERSONAS ENFERMAS ME VOLVIÓ UNA PERSONA ESPIRITUAL?

No sé si lo saben… aunque seguramente ya lo habrán intuido aquellas personas que me leen desde hace tiempo… Yo acredito en la magia, en los mundos intangibles y energéticos, en que todas las cosas tienen un espíritu propio. Y recurro a ese mundo mágico cuando me siento vencida. En pocas palabras, soy una brujita de andar por casa 😉 .

Por eso me encanta hacer rituales con los elementos que nos regala la naturaleza. En mi casa siempre hay un vela encendida que ilumina mi vida; inciensos o sahumerios que hacen de mi casa un lugar más entrañable; lámparas de sales del Himalaya. También minerales diversos, plantas y ramos que me permiten apreciar la belleza que existe en este mundo.

Y plumas, ¡muchas plumas! Ya que me recuerdan que tengo a un ángel de la guarda que no me deja sola y que debo ser flexible y suave, conmigo y con los demás.

Siempre me sentí muy conectada con la naturaleza y siempre creí en la magia. Pero no esa magia de «abracadabra», sino en esa que nos aporta bienestar y nos enlaza con la divinidad y el Universo.

Sin embargo, mi rutina espiritual y mística se acrecentó después de que se enfermase de Alzhéimer mi hermano. Aunque, si rememoro mi adolescencia, también acudí a la espiritualidad durante la época en que vivió mi mamá, que también padeció Alzhéimer.

No obstante, en esa etapa fui mucho más práctica y terrenal. Me refiero a que opté por tirar al máximo de mi espíritu de supervivencia y normalizar esta situación tan jodida lo mejor que pude. Ignorando mis emociones y dejando de lado mi propio crecimiento espiritual. Sencillamente sentía que no tenía tiempo para esas cosas.

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LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER DE MI HERMANO: UN HITO EN MI DESARROLLO ESPIRITUAL

Así, en lugar de fortalecer mi fe, mi vida espiritual, me dediqué a buscar soluciones a cada problema que se presentaba. Pensaba que, si me movía con tenacidad y me ocupa por resolver cada problema que surgía a causa de la enfermedad, podría reducir el sufrimiento de toda mi familia, y especialmente de mi mamá. ¡¡Craso error!!

Me desgasté muchísimo, me desconecté de mis emociones, mi fabriqué una coraza para tapar mis miedos y mi desazón, me volví rígida y pesimista… Y, sobre todo, me olvidé de cuidar de mí misma y de amar la vida.

Así pues, cuando se enfermó mi hermano, y me vi abocada a repetir la misma experiencia de tener convivir con un enfermo crónico y una enfermedad degenerativa, comprendí que esta vez tenía que hacer las cosas de otra manera. Me lo debía a mí misma.

Entonces entendí que si mi destino, mi karma, era lidiar con las enfermedades incurables y devastadoras de mi familia, algo debía aprender de esas experiencias. Algo me estaba enseñando el Universo con ellas y yo debía trascenderlas, vivirlas de una forma más enriquecedora.

En mi caso, conforme la enfermedad de mi hermano avanzaba con crudeza sobre su ser, yo empecé a sentir la necesidad imperiosa de conectar con mis emociones verdaderas. Dejar de ser tan resolutiva y práctica, para atravesar a conciencia este episodio.

Pero, ¡obvio!, los hechos me dolían y me desarmaban. Cada vez fui sintiendo más compasión y tristeza por él y por mí, por lo que nos esperaba vivir de los años venideros. Y, en medio de la desesperación y el sufrimiento, abrí mi corazón a la espiritualidad.


EL PODER DE LOS RITUALES COTIDIANOS Y EXTRAORDINARIOS EN LA VIDA DE LOS CUIDADORES

Y es que necesitaba sentir que, si los designios de Dios son inescrutables, yo debía extraer un significado, un consuelo. Pero también sabía que yo debía ser feliz, que me merecía vivir mi propia vida, a pesar de las limitaciones que me imponía mi faceta de cuidadora. Ya no quería seguir siendo la sombra de otra persona, sino brillar con mi propia luz.

Con el tiempo comprendí que la realidad hay que aceptarla tal y como es para no sufrir tanto; pero que la vida también había que llenarla de fe y magia para que fuese llevadera. Y fue así como comencé a llenar nuestra vida de realismo mágico, como ya les comenté alguna vez.

Y es ahí donde los rituales se convirtieron en un hábito. Gracias a ellos encuentro confianza para seguir adelante y realizarlos me hacen sentirme más cerca de las certezas. En otras palabras, me aportan un montón de estabilidad emocional.

Pero hacer rituales tiene un significado mucho más que esperanzador para mí. Los rituales son un recordatorio de cuáles son mis deseos, qué es lo que quiero ser y el legado que quiero dejar en el mundo. Por tanto, me conectan con mi pasión y me ayudan a no olvidarme de mí misma. Me invitan a ser responsable conmigo y realizar el cometido que todos traemos al venir a este mundo: ser feliz y compartir mi felicidad con los demás.

De ahí que, para mí, los rituales resulten tan indispensables:

  • Porque nos traen paz, reflejan nuestra confianza de que nuestro futuro puedo ser más halagüeño.
  • Nos recuerdan que, más allá de ser cuidadores/as, de velar por el bienestar y la protección de otras personas, nosotros también merecemos cuidarnos. Debemos atender nuestros sueños, cultivar nuestras metas y no abandonarnos nunca en medio del camino.
  • En este sentido, nos conectan con nuestro poder personal, nos recuerdan que somos capaces de atravesar esta dura etapa y que podemos superarla o trascenderla. Tal vez con mucho sacrificio, pero somos capaces de conseguir ese milagro.
  • Además, los rituales nos aportan equilibrio (o al menos cierta sensación de autocontrol cotidiano), nos infunden armonía y embellecen nuestros espacios.
Navidad para cuidadores


¡CELEBREMOS LA VIDA Y NUESTRA CAPACIDAD DE OBRAR MILAGROS, CUIDADORES /AS!

Por tanto, queridos/as amigos/as, como cuidadora, les animo a realizar rituales sencillos que les llenen de luz y amor el corazón. Cada vez que lo necesiten o de forma permanente. Y si no lo hacen aún, la época navideña resulta una temporada ideal para realizarlos.

Con sus luces de colores, sus árboles y plantas propias de estas fechas, sus postres típicos y sus momentos propicios para dar lo mejor de nosotros/as a los demás,… El mero hecho de celebrar estas Fiestas y adornar nuestro hogar o reunirnos con nuestros seres queridos, ya supone realizar un cúmulo de rituales 😉 .

Sin embargo, la magia de los rituales reside en hacerlos con consciencia, con plena voluntad. De este modo, nos infunden la ilusión y la motivación que necesitamos para movernos hacia adelante. Esa es su principal, sino única, función: hacernos vibrar bienestar y certezas.

¡Ah! Sí, es cierto, existe otra función que entrañan los rituales: ¡¡nos recuerdan que nosotros/as somos hacedores de milagros!! 🙂 Principalmente porque somos capaces de convertir el plomo que inunda nuestra cotidianidad en oro emocional para nuestros familiares enfermos. ¡¡Ahí es nada!!^^

Y eso, amigos/as míos/as, tiene un nombre: ¡¡¡¡somos unos alquimistas emocionales y espirituales!!! ¡¡¡Felicidades!!! 🙂

¡¡Así pues, les animo, cuidadores y cuidadoras del alma, a que enciendan velitas e inciensos; hagan sus listas de situaciones y emociones que deseen sacar de sus vidas; sus listas de deseos y propósitos que quieran manifestar; y celebren todo lo que tienen, todo lo que han logrado en sus vidas y todo lo que dan a los demás.

Y si además podemos compartir nuestros rituales y celebraciones con nuestro familiar enfermo, ¡seguro que la sensación de gratitud y la ilusión es doble!

En fin, cuénteme qué rituales hacen ustedes y cómo les ha ayudado la experiencia de ser personas cuidadoras en el desarrollo de su espiritualidad.

Les mando un abrazo enorme y lleno de complicidad. De cuidadora a cuidadores/as 😉

APRENDER A GESTIONAR NUESTRO TIEMPO CUANDO SOMOS CUIDADORES

watch-828848_1920¡¡Buenos días, compañeros/as de cuidados!!

Hoy quiero reflexionar con todos ustedes un asunto de vital importancia para nuestro bienestar personal; un tema que tiene mucho que ver con la sensación de abundancia, de libertad y de poder ser creadores de la vida que realmente deseamos (que al fin y al cabo supongo que es el norte de vida, la estrella polar que guía cada paso que damos, ¿no?) Se trata, pues, de la necesidad insustituible de saber gestionar y sentirnos dueños/as de nuestro tiempo.

Y pensemos que cuando hablamos de tiempo, hablamos de vida, y, por ende, de lo más valioso que tenemos en este mundo, nuestro mayor tesoro como individuos.

En este sentido, amigos/as, una de las primeras recomendaciones que yo le haría a una persona que comienza a adentrarse en la labor de ser cuidador/a, sin duda, sería que aprenda a gestionar sus horarios y buscar tiempo para sí, en medio de la maraña de obligaciones que hoy en día tenemos que enfrentar en este mundo tan frenético y activo de por sí; pero que cuando tenemos la responsabilidad de cuidar a una persona de nuestra familia que está gravemente enferma, implica un plus enorme de responsabilidad y trabajo para nosotros/as.

Y la prueba está en que una de las quejas más recurrentes en las personas que son cuidadoras es la falta de tiempo propio. Y es cierto: cuidar de alguien que está muy enfermo y que depende de nosotros/as para sobrevivir resulta ser un acto muy exigente y desgastante a nivel físico, psicológico y emocional.

Así, si eres quien estás velando por la salud y el bienestar de tu familiar dependiente, y especialmente si eres el/la cuidador/a principal de la familia, encontrar el balance entre el tiempo que dedicas a esta ocupación familiar y tu propio tiempo personal resulta una tarea fundamental.

Y sí, no te voy a mentir: a veces vas a tener que hacer auténticos malabarismo y sacrificios para conseguir este equilibrio, pero créeme que todo esfuerzo encaminado a tener tiempo para ti es una de las mayores muestras de amor propio que puedes regalarte.

LA NECESIDAD DE ORGANIZAR NUESTRO TIEMPO

La gestión responsable de nuestro tiempo de vida supone un requisito de suma importancia para sentirnos bien, sentirnos satisfechos/as y ver que evolucionamos favorablemente en nuestra existencia, gracias a las decisiones que tomamos y las actividades que hacemos. De ahí que utilizarlo sabiamente, es decir adaptándolo a nuestras necesidades y deseos,  nos aporta mucha energía positiva, así como una mayor calidad de vida.

Si ya de por sí, como comentaba anteriormente, vivimos en una sociedad que nos exige estar en constante movimiento, ser productivos, estar esforzándonos por sacar a delante todas las tareas y responsabilidades que se presupone que debemos atender, etc., organizarnos para encontrar tiempo de retiro, de disfrute o de  desarrollo personal  se torna un objetivo harto complicado, ¿no tienen esa impresión?

¡Pero no deberíamos dejarnos llevar por esa corriente de sobrecarga infinita y prisas agotadoras!

Y es que en la vida hay que saber priorizar las tareas y entender que todo necesita un tiempo de maduración. La vida se conforma de procesos (no es una mera suma de eventos puntuales) y de instantes de contemplación, reflexión e incluso distracción. 

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Por todo ello, tener la lucidez (y el compromiso) de sacar tiempo libre de nuestra agenda de obligaciones supone una actitud madura y que puede marcar la diferencia entre una vida de bienestar o una de malestares enfermizos.

El repartir adecuadamente nuestros horarios entre deberes y placeres amortigua el padecimiento de altos niveles de estrés. Pero su mayor beneficio radica en lo poderoso que es para nuestra autoestima, pues valorar nuestra vida, y cómo la dosificamos indica cuánto nos valoramos (y nos queremos) a nosotros mismos.

En este punto, me viene a la mente un vídeo corto, pero maravilloso, sobre una charla dada por el psiquiatra Robert Waldinger, titulada «¿Qué nos hace felices?».  Les recomiendo que se tomen 15 minutos de su tiempo 😉 y la vean, porque les puede ayudar a comprender mejor la necesidad de saber invertir bien nuestras horas, porque de eso depende la calidad de nuestro futuro…

Así pues, amigos/as, nada nos inunda más de optimsmo que sentir que dedicamos parte de nuestro tiempo en llevar a cabo esos deseos o proyectos que anhelamos realizar, esas actividades que nos recargan de energía; esos encuentros que nos hacen vibrar afectos;  y que nos alejan de la rutina y nos ayuda a disipar esos peligrosos excesos de cortisol o agobio que convierten nuestro día a día en un bucle de parálisis psicológica y emocional.  Todo ello nos refuerza nuestra autonomía personal y nuestro amor propio, porque sentimos que nos cumplimos, que nos cuidamos y que llenamos nuestra vida de momentos maravillosos y memorables, ¡¡esos momentos que nos hacen crecer!! 🙂

¿Y qué tiene esto que ver con la experiencia de ser cuidadores/as de personas enfermas crónicas y altamente dependientes? ¡Mucho, amigos!

LA IMPORTANCIA DE NO OLVIDARNOS DE INVERTIR BIEN NUESTRO TIEMPO CUANDO SOMOS CUIDADORES/AS

Los/as cuidadores/as solemos vivir tiempos muy pasivo-agresivos, y en el sentido en que a menudo tendemos a quedarnos confinados en el ámbito doméstico, atendiendo a nuestro familiar enfermo, dejando de lado nuestra vida social y seguramente personal.

Esa sensación de falta de tiempo propio, de parálisis, de soledad  y de que la rutina nos va minando el ánimo poco a poco y nos empuja a caer en la desidia y en la pesadumbre emocional.  

Pero lo cierto es que al final este circunstancia, si no la gestionamos adecuadamente, termina convirtiéndose en un círculo vicioso: las obligaciones familiares nos limitan mucho, pero nuestra propia desmotivación y el pesimismo nos refuerza el olvidarnos y dejar de invertir tiempo en nuestro desarrollo personal.

De ahí que para la persona que es cuidadora principal sea vital el saber soltar la responsabilidad de invadir TODO su tiempo y su espacio con la tarea de supervisar a su ser enfermo o dependiente y buscar el modo de poder disponer de tiempo propio para sí misma, ya que esa decisión le va a dar una motivación para manejar esta situación tan crítica y dolorosa y le va a ayudar a mantener en alto su confianza, al sentir que sigue teniendo control sobre su propia vida.

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Y lo opino desde mi propia experiencia personal… Como alguien que ha convivido con una persona aquejada por la enfermedad de Alzheimer (mi mamá) desde que tenía 11 años, siempre sentía que mi vida estaba obstaculizada por la obligación de tener que dedicar mi tiempo libre a cuidar de mi madre. Les pongo un ejemplo ^^: yo no pude ir a la secundaria en el horario habitual de la gente de mi edad (en turno de mañana), precisamente porque debía ayudar con el cuidado a mi madre, así que tuve que optar por estudiar en turno de tarde/noche donde el alumnado era mayor que yo (la edad típica para acceder a esa educación era a partir de los 18). Con lo cual mis tiempo no iban nunca en paralelo a los tiempos de mis amistades o las personas de mi edad… ¿entienden? Por eso cuando, ya con 26 años, decidí independizarme de mi familia, ese fue todo un punto de inflexión en mi vida: ¡¡por fin experimentaba una cierta libertad!! (a pesar de que seguí manteniendo mis responsabilidades de colaboración con la atención a mi mamá, obvio).

Años después, cuando fue mi hermano quien contrajo la enfermedad de Alzheimer, yo me lo llevé a vivir conmigo durante los primeros años de su dolencia. El tener que cuidar de él supuso un cambio radical en  mis tiempos: tuve que renunciar a mi empleo, a mi vida social y dedicarme a ser la sombra de mi hermano. Y el golpe en mi cotidianidad fue atroz. Llegó un punto en que la situación de no tener libertad de movimiento o privacidad me llevó al riesgo de caer en un estado depresivo. Y seguramente en cierta medida caí en él, pero ahí fue cuando decidí buscar el modo de llevar a cabo esas aficiones que podía realizar dentro de casa mientras mi hermano dormía. Al mismo tiempo, comencé a aprovechar esos momentos en que mi hermano iba a clases de memoria o, más adelante, al centro de día donde pasaba las tardes. Cada minuto que tenía para estar sin él lo aprovechaba al máximo para ver a mis amistades o conectar conmigo misma a través de aficiones que me encantan hacer y me aumentan mis niveles de felicidad.

Hoy en día, mi hermano está en casa de mis padres y yo sigo manteniendo  la obligación de apoyar en su cuidado, pero hemos buscado formas de tener ayudas externas, con cuidadores profesionales, que nos descargan un poco de esta tarea. No obstante, en este punto de mi vida, y tras más de 25 años conviviendo con familiares gravemente enfermos, tengo claro que mi tiempo es mi bien más preciado y que hallar el equilibrio entre mis obligaciones familiares, las laborales y mi vida personal es mi mayor prioridad. Principalmente, porque de ello depende mi salud emocional y mental. 

Y es que para mí, amigos/as, el asunto de la gestión de nuestro tiempo rige las mismas normas que el tema de cómo organizamos (o no) nuestros espacios (no sé si ustedes han escuchado hablar de estas teorías psicológicas…).  Nuestro desorden en nuestro ambiente refleja un desorden en nuestras emociones. Por tanto, si no somos conscientes del manejo de nuestro tiempo y de cuánto de él dedicamos a nuestro crecimiento personal y  a nuestro descanso, vamos a tender a vivir una existencia llena de caos. Quizás silencioso, parsimonioso, pero un caos lleno de malestar al fin y al cabo, porque realmente sabemos que no estamos honrando nuestra propia vida al no sentirnos dueños de ella.

Esto es muy importante tenerlo en cuenta en todo momento para no sufrir el malicioso síndrome del cuidador quemado. Ese terrible síndrome que nos produce ansiedad, insomnios, desórdenes estomacales, dolores de cabeza, fatiga crónica y una sensación de resentimiento y falta de amor hacia la vida que nos puede abocar a una amarga depresión. 

CONSEJOS PARA TENER UN TIEMPO DE CALIDAD A PESAR DE LAS LIMITACIONES Y EXIGENCIAS DE NUESTRA VIDA COTIDIANA

¡¡Pero, afortunadamente, existen pequeños consejos y rituales cotidianos que nos ayudan a evitar caer en este desgaste emocional y físico que tanto nos acecha a los/as cuidadores/as!! Yo, personalmente, les recomiendo los siguientes:

—>¡Aprende a delegar! ¡¡Por Dios, ejercicio clave para quien es cuidador/a!! Se trata de pedir ayuda a las personas que están a nuestro alrededor; buscar recursos sociales que nos permitan delegar el cuidado de nuestros familiares enfermos; contratar a cuidadores profesionales que puedan cubrir nuestro puesto, etc… Siempre hay una solución para cada problema, pero hay buscarla con insistencia y confiar en que nuestros enfermos puedan estar bien atendidos por otras personas. Y aunque este comentario suene estúpido, realmente es considerablemente habitual que los/as cuidadores/as principales sientan que dejar a su familiar dependiente en manos ajenas es una especie de traición, lo cual les ocasiona mucho sentimiento de culpa.

—> ¡Organízate! El día tiene 24 horas, y si lo pensamos bien, y nos organizamos aún mejor, dan para mucho. Planifica tu día, tu semana o tu mes con la ayuda de agendas, plannings y cronogramas. Éstos son una herramienta maravillosa que nos ayudan a no despistarnos con nuestro tiempo y, lo más importante, nos recuerdan que debemos dedicarnos tiempo a nosotros/as 😉

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—>¡Empieza la jornada con buen pie! Este requisito es clave en nuestra actitud y a la hora de encarar cada jornada con buen talante. ¡¡De verdad, amigos/as!! Comiencen el día con serenidad, desayunando bien, escuchando música de su gusto, escribiendo una lista de agradecimientos (en la cual mencionamos al menos tres cosas que vivimos el día anterior que nos hicieron un poquito más felices), háblense al espejo con amor y compasión, etc… Y tengan claro qué cosas quieren realizar durante su jornada, cómo van a repartir su tiempo,… ¡Hagan una lista de tareas! ¡Yo las amo! 🙂

—> ¡Busca momentos aparte y tuyos! Para descansar, para meditar y conectar contigo mismo/a, para desarrollar proyectos personales muy queridos: aprende una nueva afición; dale rienda suelta a esa actividad que te apasiona, para inspirarte,… Para cualquier cosa que quieras y que te haga sentir bien y conectado/a con tu vida.

—> ¡Sé compasivo contigo mismo/a! No te exijas más de lo que puedes dar. No tienes que ser perfecto/a ni ser capaz de apagar todos los fuegos que aparecen a tu alrededor. Tampoco tienes que hacer todo lo que te propusiste en un día. Hay que ir con calma y disfrutando el presente. Se vale sentirse mal, o agotado o sin ganas de nada. Nadie dice que anules esas emociones negativas, sino que las reconozcas, pero aprendas a minimizarlas adquiriendo una actitud positiva, de confianza y de amor propio. En este sentido, la autorregulación emocional y la inteligencia emocional en sí resulta una sabiduría personal imprescindible cuando se viven momentos tan variables y traumáticos como los que experimentamos los/as cuidadores/as.

—>¡¡Cuida tus relaciones sociales!! Rodéate de gente que te ayude a brillar y para quienes tu luz sea valorada, que te llenen tu corazón de amor, que te hagan reír y te entretengan; que te escuchen y te den contención. Así sea por medios telemáticos (¡bendito internet! ^^), mantente conectado a tu red de amistades y familiares. ¡¡No te aísles bajo ningún concepto!! Que parte de tu tiempo sea dedicado a relacionarte con tu gente, por favor.

En fin, amigos, espero que estas palabras les motiven a aprender a gestionar la vida de cada uno/a desde un punto de autoestima, amor propio y sanos límites, ya que en la medida en que nos sintamos satisfechos y vinculados a nuestro propósito personal, más amor y seguridad podremos ofrecer a nuestros enfermos/as, que a fin de cuentas es lo que realmente necesitan de nosotros/as: saber que están en manos de personas que se sienten enteras y empoderadas 🙂 .

Muchísimas gracias por acompañarme en esta lectura y por ser parte de esta comunidad tan linda como sólo puede ser una comunidad de personas cuidadoras.

Los quiero mucho.

 

 

 

SER CUIDADORES: BUSCAR EL EQUILIBRIO ENTRE EL SER Y EL DEBER SER

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¡Buenos días, cuidadores!

Estos días reflexionando sobre los cambios que se están dando en mi vida y leyendo blogs y libros que me ayudan a repensarme un poco, encontré una frase que define el punto exacto en el que me hallo y cómo entiendo ahora la vida: 

La tensión es quien crees que debes ser. La relajación es quién eres. 

¡Justo, amigos! Cuando reconocemos quiénes somos, realmente vivimos en consonancia con lo que deseamos y fluimos con mayor madurez y claridad, sin tantas reglas foráneas, tantas ataduras, sin tanto estrés por quedar bien con todos y facilitarles la existencia —a costa de dejarnos a nosotros en último lugar. Y nos damos por fin un respiro para SER, para brillar con luz propia y para sentirnos reconciliados con  la vida, en paz por fin.

Pero para llegar a aquí yo tuve que desprenderme de unos cuantos pesos que cargaba a mis espaldas sobre el deber ser, es decir, lo que los demás esperan de mí, para finalmente dedicarme a vivir mi propia vida, a dejarme simplemente ser yo. Claro, en la medida de lo posible y sin desatender determinadas responsabilidades familiares o sociales que son ineludibles.

Si centro esta lucha interna entre el ser y el deber ser en el área de mi faceta como cuidadora de un familiar enfermo crónico, la cuestión brilla en todo su esplendor y cobra una importancia vital.

Pero les voy a contar una anécdota real para darle sentido práctico a todo esto…

Fíjense que hace unos días asistí a una reunión de cuidadoras de mi localidad en la cual muchas de ellas compartían sus experiencias como cuidadoras de enfermos crónicos de diversos perfiles. Ninguna renegaba de su rol como cuidadoras, sin embargo, todas se lamentaban de tener una vida limitada e infravalorada, más por culpa del medio social que por su labor con sus familiares enfermos.

Las cuestiones más señaladas y sus quejas más recurrentes eran:

* lo solas que se sentían en su tarea, dado el escaso apoyo familiar y el reparto desigual que se daba en la familias en cuanto a las responsabilidades domésticas;

* la necesidad de contar con más tiempo y espacio para ellas, para autorrealizarse como mujeres independientes; o, en otras palabras, las grandes renuncias personales que deben hacer en cuanto a disfrutar de su tiempo de ocio o de su libertad;

* y, obviamente, la falta de valorización de su trabajo como cuidadoras, tanto desde el punto familiar —muchos miembros de la familia lo consideran como un deber natural por el mero hecho de ser hijas, madres, esposas o nueras—, como desde el punto de vista social — la sociedad y los poderes públicos no reconocen es esfuerzo personal que requiere el cuidar en el domicilio de una persona absolutamente dependiente, por eso son tan escasas las ayudas sociales para estas familias y las mujeres que ejercen de cuidadoras no reciben remuneración alguna y, ni siquiera cotizan para optar a una pensión digna cuando lleguen a la edad de jubilarse.

Por tanto, la labor de los cuidados implica altas exigencias, audacia y sacrifios a quien la realiza, pero carece de relevancia para los demás.

Entonces, amigos, la clave aquí es saber por qué somos cuidadores: ¿por vocación, por fuerza mayor —no hay nadie más que pueda hacerlo— o por obligación social

Respondernos con honestidad a esta pregunta puede determinar el grado de bienestar o malestar que alcancemos en este proceso de ser cuidadores. Porque no podemos ser lo que no somos ni dar lo que no tenemos. Pero una vez que sabemos con certeza dónde estamos parados, cuál es el punto de partida para afrontar esta situación, podemos actuar de manera más inteligente y justa, para con los demás, pero también para con nosotros mismos.

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Si alguien es cuidador/a por voluntad y deseo propios, eso es maravilloso. Va a disfrutar de la experiencia y ésta le va a ayudar a realizarse muchísimo como persona 🙂 .

Sin embargo, si como cuidadores estamos en el 2º o 3º caso, es decir, se trata de una vivencia impuesta por las circunstancias o por presión familiar/social, esta experiencia puede llegar a ser traumática y muy insatisfactoria si no se libra desde una sana base personal de amor propio, consciencia clara e inteligencia emocional.

Y es que ser generosos y compasivos es una gran virtud, pero siempre y cuando respetemos nuestros sanos límites y no quedemos vacíos y extenuados de tanto dar a los demás. Porque, entonces, seguidamente vendrán los reproches y las insatisfacciones de tipo: «doy, doy, doy, ¿pero quién me da algo a mí? ¿Por qué no recibo igual?» 😦

Ahora bien, ¿resulta posible encontrar un equilibrio entre las responsabilidad moral/ social y los deseos personales esenciales?

DE DÓNDE NACE LA PRESIÓN DEL DEBER SER SOCIAL DE UNA PERSONA CUIDADORA

El deber ser tiene mucho que ver con nuestro yo social, ese yo que se rige por los valores o las exigencias que nos impone el ambiente que nos rodea…

Hoy en día no existen vínculos familiares o comunitarios tan fortalecidos como en el pasado. Para bien o para mal, vivimos en una sociedad individualista, donde queremos ser libres y desarrollarnos como personas únicas que poseen sus propias necesidades, ambiciones y propósitos. Pero al mismo tiempo, nos topamos con mandatos sociales y patrones tradicionalistas que pueden limitarnos y frustrar nuestros anhelos de libertad. Esta realidad social nos lleva a padecer incómodas confrontaciones internas entre el ser y el deber ser.  Este fenómeno, creo, se percibe con mayor evidencia en el caso de las mujeres.

Por otro lado, las sociedades individualistas llevan a un cierto desapego de los grupos y los lazos colectivos cada vez se sienten más frágiles e inestables, de ahí que la familia y los amigos no siempre se muestran como una verdadera red social que nos apoye. nos contenga y nos colabore. ➡ Para más información sobre este tema, les recomiendo este artículo: Los malestares psicológicos en la sociedad del bienestar.

Este contexto social trasladado al caso particular de una persona cuidadora deriva en un malestar psicológico y emocional que tiene que ver con la soledad que vive, la sensación de tener que cargar sola con toda la responsabilidad de atender la situación familiar —a pesar de que existan más miembros en el seno familiar, muchas veces— y la ansiedad por tener que ser autosuficiente y no poder compartir con otras personas allegadas las exigencias que supone cuidar continuamente a un familiar enfermo. 

¿Y, sin embargo, en cuántos ocasiones no demandamos colaboración, no ponemos sanos límites a nuestra labor y nos dejamos llevar por nuestro ser social, resignándonos a nuestro encargo inesperado y sufriendo el fuerte riesgo de vivir estados de angustia, saturación, desolación y altas dosis de decepción?

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LOS EFECTOS DE VIVIR EN FUNCIÓN DEL DEBER SER O SER SOCIAL

Las graves consecuencia de vivir una realidad basada en satisfacer voluntades externas, en detrimento de las propias, se materializan en todo un abanico de conductas nocivas como son, entre otras:

–> Reaccionar desproporcionadamente en momentos de estrés: tener comportamientos agresivos, manifestar arrebatos, estallidos de llanto o caer en un victimismo inconsolable.

–> Adquirir adicciones insanas que nos destruyen más que nos alivian para sobrellevar la situación.

–> Tendencia a consumir más de lo necesario: llevarnos a excesos para tapar vacíos.

–> Caer en estados depresivos , nerviosos o sufrir trastornos mentales.

–> Albergar sentimientos de amargura, pesimismo y abulia, que nos impiden valorar las cosas buenas que se dan a nuestro alrededor.

Pero sin duda alguna, por sobre todas las cosas, el peor daño que puede causarle el deber ser cuidador/a a una persona sin esa vocación es la disolución de su propio ser, de su yo auténtico, en medio de todo el proceso vital que implica cuidar de un enfermo crónico.

Cuanto más tiempo y entrega depositemos en esta labor, mayor será el riesgo de anularnos como individuos singulares. Y de este punto a padecer los síntomas del síndrome del cuidador quemado hay una breve distancia.

Con todo, si aceptamos la realidad tal y como es; si nos conocemos y nos respetamos a nosotros como individuos y tenemos claro qué podemos aportar a la vida familiar para que está mejore dentro de nuestras limitaciones, podremos sin duda gestionar esta problemática personal con mayor fortuna.

RECUPERAR EL SER ESENCIAL SIENDO CUIDADORES

Lo ideal sería buscar un balance entre nuestro ser esencial —o personalidad— y el ser social… si bien lo normal es que el segundo presione u oprima al primero y lo coarte… Hasta que en un momento dado sucede ‘algo’ que detone nuestro auténtico ser y éste se termine asomando en nuestra consciencia. 

Pero asomarse no significa necesariamente manifestarse, por eso que es primordial darle voz y espacio al ser esencial: atenderlo, escucharlo. En caso contrario podría terminar por implosionar en nuestro interior y nos creará malestar psicoemocional, que en muchas ocasiones acaba somatizándose en nuestra salud física.

Hace falta reflexionar sobre qué es lo que nosotros, aun siendo cuidadores, queremos de la vida.

¿Queremos estar ahí  realmente o lo hacemos por una cuestión de deber ser?

¿Estamos dispuestos a dar tanto o necesitamos poner límites para no desgastarnos y perdernos?

¿Estamos siendo la persona que queremos ser en esta vida?

Se trata de sernos honestos y responsabilizarnos de nuestro bienestar personal, porque al fin y al cabo debemos tenernos antes de darnos a los demás. Y es que no siempre lo que vale es la cantidad de lo que entregamos de nosotros, sino la calidad de lo que aportamos a los demás con nuestra presencia. De ahí que sea tan importante ser fiel a nuestra esencia.

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Y sí, es cierto, a veces darnos lugar para desarrollarnos como individuos, independientes de las expectativas familiares o las obligaciones sociales, nos puede acarrear sentimientos de culpa, pues sentimos que le estamos fallando a nuestro clan. Pero la culpa es un modo de negarnos la oportunidad de intentar ser felices, como si por nuestro bienestar tuviésemos que pagar el alto precio de cargar con el disgusto de los demás. ¡Y nada más lejos de la realidad, amigos!

Sencillamente, nos merecemos, como cualquier persona, sentirnos bien con las metas que logremos en nuestra vida, con las decisiones que tomemos y con las experiencias que vivamos.

Y es que, si basamos nuestra determinación de ser cuidadores por presiones vinculadas al deber ser, tarde o temprano terminaremos convertidos en unas personas resentidas y apagadas, y no tendremos nada valioso que entregar a nuestro familiar enfermo… ¡es más!: podemos incluso volcar nuestro malestar hacia él o los demás miembros del entorno. En suma, seremos una carga más que una ayuda.

Mas, si nos damos el permiso de ser nosotros mismos y ofrecemos nuestras capacidades y servicios a los demás, en la medida en la que podamos hacerlo, eso nos hará personas valiosas y meritorias para quienes nos necesitan a su lado.

Por eso, en el equilibrio entre el yo y el nos-otros está la clave de una vida personal, familiar y social saludable.

PEQUEÑO EPÍLOGO

Y toda esta reflexión que les comparto, amigos, viene a colación de que yo misma estoy despertando a esta realidad conflictiva entre mi necesidad de realizarme como mujer autónoma y mis obligaciones en el ámbito familiar, que en muchas ocasiones supusieron un freno a mis deseos personales.

Después de un durísimo año de cuestionarme cuánto he dado como cuidadora en honor al deber ser y cuánto me he permitido ser, me he dado cuenta de cómo la balanza se me inclinaba más a favor de mi papel como hija o hermana de un enfermo de Alzheimer, y cuántas renuncias me ha supuesto esta ¿elección?

Le debo mucho a mi labor de cuidadora, toda vez que esta experiencia me ha enseñado a ser una mejor persona: más compasiva, más empática, más sensible hacia el dolor ajeno. Pero…

He llegado a ese punto crítico de tener que decir «¡basta!», «¡hasta acá llegamos en estas condiciones!». Después de 25 años ejerciendo el rol de cuidadora e hija pródiga, a partir de ahora quiero negociar mis tiempos: necesito ser yo en toda mi extensión, sin restricciones ni cortapisas impuestos. Y, de paso, intentar recuperar algún que otro tiempo perdido —como esa adolescencia que nunca gocé por tener que cuidar de mi madre.

¿Y ustedes, amigos, se han visto en esta situación? ¿Cómo consiguen aúnar sus vidas personales con sus responsabilidades de cuidadores? ¡Compartan sus experiencias con el resto de cuidadores, que seguro que nos inspiran!

¡Gracias por su tiempo!

¡Un abrazo inmenso a todos!

 

 

 

CÓMO COMBATIR EL ESTRÉS DE SER CUIDADORES

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Ser cuidador: buscando la calma en medio de la tormenta

¡Buenos días, amigos!

Ya a punto de terminarse el verano, empiezo a hacer planes para la nueva ‘temporada lectiva’. Y es que septiembre tiene ese halo de nuevo comienzo tranquilo, como si fuese una especie de inicio de año menor, al menos para quienes vivimos en el hemisferio norte.

Y a pesar de que como cuidadores es fácil caer en la sensación de que todos los días son iguales y las temporadas se difuminan en el calendario sin dejar mayor rastro de sus llegadas, yo no quiero caer en esa apatía o, mejor dicho, ¡no debo permitirme caer en esa apatía! ¡Así que nada mejor que retomar la mentalidad de estudiante y preparar la vuelta a las clases! ^^

¿Y cuáles son esas intenciones poderosas que me rondan por la cabeza? Nada menos que tratar de buscar un tiempo para mí y trabajar por mi bienestar físico y mental. Practicar meditación, hacer ejercicio físico, ya sea en forma de yoga o de pilates o en forma clases más dinámicas como aerobic… y siempre encontrar tiempo para leer, porque me ayuda mucho a reflexionar y sentir otras vidas que, a su vez, iluminen mi manera de estar en este mundo :).

¡Esos son mis grandiosos planes!^^ Pueden parecer poca cosa, incluso insulsos, pero quienes sean cuidadores principales saben que por sencillos que parezcan, para nosotros puede suponer todo un reto buscar estar una hora al día fuera de casa sin la compañía de nuestro enfermo.

LIDIANDO CON EL ESTRÉS QUE PROVOCA SER CUIDADORA PRINCIPAL

Pero, ¿saben qué pasa? Que ya no puedo demorar más estar en casa sin buscar una vía para sacudirme el estrés que tanto nos golpea a quienes se dedican a cuidar a una persona enferma de Alzheimer todo el día, todos los días.

Justo ahora, cuando se cumplen dos años desde que me traje a vivir conmigo a mi hermano y asumí las riendas absolutas de su atención, me doy cuenta de la presión tan grande que me supone su cuidado prolongado y cómo cada mes que ha transcurrido desde entonces fue un mes de mayores exigencias y desafíos para mí.

Y cuanto más tiempo pasaba, más visible se hacía su degeneración neuronal y menos tiempo iba teniendo yo para mí misma.

Y lo cierto es que esta falta de libertad, de vida propia y este aumento de responsabilidades terminan minando mi energía, por muy buen talante que trate de ponerle a nuestra rutina diaria. Porque no hay pensamiento positivo que valga cuando mi hermano se pone de mal humor sin motivo aparente, me recrimina de todo y se queja de algo que nunca atina a explicarme exactamente qué es, y en algunos casos se trata de paranoias que se arma en su mente que nada tienen que ver con la realidad.

He aquí mis grandes fuentes generadoras de estrés negativo.

Para mí, sin duda, esa es la peor parte de esta enfermedad: los constantes (e inesperados) cambios de humor y mi incapacidad para entender qué es lo que realmente le irrita o le incomoda a mi familiar. Ahí sí que me veo una persona sin recursos, impotente para salvar la situación y evitar que mi nerviosismo y frustración se eleve hasta la estratosfera.

Y resulta curioso, ¿saben?, porque siempre he creído que era una persona que sabía controlar sus niveles de estrés; de hecho, a priori, se diría que todo me estresa, ya que tiendo a ver los episodios novedosos como algo alarmante, que amenaza mi tranquilidad y temo que me exija más de lo que puedo dar (¡soy así de pesimista!).

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Pero, por otro lado, es precisamente la manifestación de una situación estresante lo que me motiva a ponerme a prueba e intentar realizar el esfuerzo extra. Ya lo señala el Dr. Dagoberto Flores:

«El eustrés o estrés positivo, nos hace más productivos y creativos, resistentes a las enfermedades al elevar nuestro sistema inmunológico, nos llena de vitalidad y nos permite tener relaciones óptimas.

Para visualizar mejor la manifestación del eustrés en la persona, recordemos a aquella persona que nunca se desanima ante los problemas, que siempre ve el lado positivo de las cosas, que nunca la vemos enojada, sino con una sonrisa en la boca, que nunca se enferma y que siempre tiene una buena relación con los demás».

Pero, claro, hablamos de situaciones breves en el tiempo, con un principio y un fin… El problema está en que como cuidadores los momentos de estrés se agolpan uno tras otro y no tenemos tregua porque la circunstancias que lo provocan están presentes de forma permanente.

No obstante, si bien es verdad que no puedo luchar contra los estragos que causa esta enfermedad en mi hermano, sí puedo trabajar para que no me afecten tanto. Esa es la clave 😉 .

CAMBIAR DE HÁBITOS PARA DISMINUIR EL ESTRÉS… ¡Y ELEVAR EL AMOR PROPIO!

Por eso he decidido que ante tanto estrés, ansiedad, desorganización e insomnio, mi solución inmediata ha de estar en buscar fuentes de bienestar emocional. Hábitos y recursos que aporten serenidad al espíritu.

Porque, para serles honesta, de los cuatro factores fundamentales para tener una vida equilibrada y espléndida que son comer bien, practicar ejercicio, relajarse y dormir adecuadamente, ¡yo tengo déficit en los cuatro! (sí, soy un desastre andante, la verdad ^^). ¡Y así no vamos a ningún lado!

¡Cómo esperamos que la vida nos sonría sino tenemos ni fuerza para esbozarle una sonrisa a la vida!

Cuando era chiquita y vivía en Argentina, me acuerdo que daban en la tele una propaganda de una casa de tés, cuyo lema era «me tomo cinco minutos, me tomo un té», pues se me antoja un lema ideal para aplicarle a mi vida de cuidadora, ¡ja,ja,ja!

Así que, aprovechando que mañana entramos en fase de luna nueva, ideal para anunciar propósitos nuevos, mis intenciones para conmigo misma será frecuentar clases de pilate y meditación para aprender a respirar,  relajarme, desconectar y hacer algo de ejercicio que me sacuda mis dolores de espaldas.

En este sentido, hacer yoga o pilates es perfecto para quienes disponemos de tan poco tiempo libre, pues ayuda a matar varios pájaros de un tiro :).

Pero aún más recomendable resulta hacer un hueco en nuestra agenda o nuestra rutina para ¡bailar! Sí, amigos, se puede bailar en casa, yendo a clases de danza o de bailes, o acudiendo a clases de aerobic mix o zumba,… ¡como les parezca! Por si «el que canta su mal espanta», lo mismo consigue el que mueve su cuerpo al son de una música placentera.

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Yo soy nefasta para el baile, jamás tuve sentido del ritmo; y, sin embargo, cuando bailo soy feliz, me siento extasiada, como si el alma se me llenase de cosquillas. Sin duda, un gran combustible para generar ganas de movernos.

ALIMENTA TU MUNDO INTERNO

También me parece fundamental dedicar tiempo de mi tiempo a consumir recursos positivos, que eleven mi sentir espiritual, mi nivel de consciencia o mi desarrollo emocional. Me refiero sobre todo a audios, que escucho mientras hago otras cosa; a videos y a libros.

¡Es increíble, amigos/as, lo que una charla motivadora o espiritual, puede sanarnos y aumentar nuestro nivel de bienestar! Principalmente, porque nos enseña a ver la vida desde diversas perspectivas y porque me recuerda que, como personas, ¡tenemos la capacidad de crear nuestra propia vida! 🙂

Y sí, sé que suena muy cuchi, muy cursi o muy iluso; ¡pero nada más lejos! En los momentos más desafiantes es cuando tenemos que conectar con nuestro poder personal y entender que el mundo va más allá de lo vemos o experimentamos a simple vista. Todo tiene un para qué en nuestra existencia y cada cosa posee un espíritu que puede beneficiarnos mucho más allá de lo aparente.

Pero lo más relevante que nos enseñan las teorías psicológicas, emocionales, espirituales o sanadoras y las tecnologías de conciencia es que nuestros pensamientos y creencias construyen nuestra rutina, nuestro mundo material y nuestras experiencias en la vida.

En fin, el tema da para decir mucho, y tampoco quiero abrumarlos… Pero sí quiero recomendarles que ahonden en su interior para dominar el estrés y la ansiedad en sus vidas; y explotar todo esa fortaleza o poder interno que tienen dentro para lidiar y afrontar cualquier situación desafiante que les aparezca en algún momento de su existencia.

En este sentido, yo recurro mucho a los audios de Escuela del amor y superación personal, Kabalah Aplicada, los vídeos de Mindalia Televisión y las charlas TEDx . Se pueden escuchar o ver en cualquier momento, pero a mí me va genial hacerlo mientras desayuno o al acostarme 😉 .

En fin, realmente existen miles de recursos para evitar sufrir un estrés excesivo; supongo que todo está en proponerse cambiar un poco la rutina; usar estrategias que nos aporten bienestar; en organizarse convenientemente (fundamental en le caso de las personas cuidadoras); y tener la ganas suficiente para cumplirse lo que uno/a se promete y trabajar por nuestra amor propio.

Porque, al fin y al cabo, si no cuidamos de nosotros/as mismos/as, cómo vamos a ser tan ingenuos de creernos capacitados/as para cuidar de los demás, ¿no les parece?

¡MANOS A LA OBRA! ¡VAMOS A MANTENER EL ESTRÉS BAJO CONTROL!

En cualquier caso, lo importante es ser conscientes de que necesitamos cambiar hábitos para sentirnos mejor. Y comenzar. es recomendable empezar poco a poco, no querer abarcar muchas actividades al mismo tiempo. Los mejores cambios, los más duraderos son aquéllos que vamos haciendo de uno en uno y, sobre todo, dentro de uno/a.

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Es como cuando estamos muy enojados y tenemos ganas de gritar a los cuatro vientos nuestra bronca. No sé si a ustedes les sucede igual, pero con mi hermano y sus delirios vivo muchas situaciones así.

El caso es que lo recomendable en estos casos es tomarse un momento e intentar sonreír. Al principio tienes tan pocas ganas de hacerlo que todos los músculos faciales parecen entumecidos, oxidados, cuesta un montón; pero en el momento en que logras esbozar una sonrisa de oreja a oreja, sistemáticamente todo cambia como por arte de magia, te sientes mejor :).

Pues de eso se trata, amigos: de empezar, tener la intención de hacerlo y llevarlo a cabo aunque al principio cueste un mundo.

Así que, ya saben: si el agobio, el malestar y el estrés los atosiga, pónganle límites.

Mantengan una vida sana ingiriendo alimentos energizantes y descansando lo necesario (aunque para ello haya que recurrir a productos de herboristería). En este sentido, tomar magnesio a mí me va genial para dormir y levantarme con más energía. En fin, practiquen ejercicios que los activen y hábitos que los relajen.

¡Y desahóguense, busquen con quién compartir sus quejas! Acudan a reuniones de terapia grupal si tienen alguna asociación cerca de su domicilio, o llamen a un amigo, ¡o escribánme a mí, que pa’eso estamos! Pero nunca se vayan a dormir con malestar acumulado.

¡Ah! y, ya para terminar, les informo, por si no la conocen, que existe una aplicación genial para teléfonos móviles inteligentes llamada «Fabulous«. ¡¡En cuestiones de hábitos saludables es realmente revolucionaria!!^^

En definitiva, somos responsables de nuestra propia persona y, mal que nos pese, somos responsables del bienestar de nuestro familiar enfermo. Por tanto, fortalecer nuestro propio bienestar es la primera obligación que tenemos como cuidadores. Y diría más: es la mayor prueba de amor que podemos demostrar por nuestra labor 🙂 .

Como suele decirse: ¡cuídate, cuidador/a! 🙂

¡Hasta la próxima, amigos/as! ¡Gracias por estar ahí! ¡Los/as quiero mucho mucho!

 

LA NECESIDAD DE ENCONTRAR UN TIEMPO PROPIO PARA LOS CUIDADORES

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Algo tan simple como darse un recreo para disfrutar de un café puede ayudar a recargarnos de energía.

¡Buenos días, amigos cuidadores!

En el día de hoy me gustaría comentar un tema de profunda incidencia en la vida que tenemos como cuidadores: el tiempo del que disponemos para nosotros mismos. Al fin de cuentas, junto con la salud y la libertad, es uno de nuestros bienes más preciados, al menos para mí ^^.

Y por eso, últimamente, pienso mucho en cómo aprovechar el tiempo para construir algo realmente importante para mí (un deseo, una meta, una ilusión, … lo que centre toda nuestra atención), sin dejar de lado (¡¡jamás!!) una atención continuada a mi familiar con alzheimer. ¡Escrito parece algo tan sencillo, ¿verdad?! Y sin embargo, no sé a ustedes, pero a mí no siempre me dan las cuentas de como equilibrar los minutos que invierto en mí como persona y las horas que dedico a cuidar y atender a mi hermano…

Porque es una realidad indiscutible que la tarea de los cuidados exige a quienes la desempeñamos una implicación tan grande (TAN GRANDE) que, si no somos conscientes de dónde poner los límites de nuestra entrega, puede ocasionar importantes daños en la calidad de vida de los cuidadores. No obstante, la cuestión es: ¿cómo conseguir establecer límites rigurosos en una labor que no tiene horarios ni espacios exclusivos? Una labor doméstica que no se puede dejar en stand by, del mismo modo que sucedería si ésta fuese una actividad profesional; una labor que se lleva a cabo principalmente en el hogar y para la que hay que estar disponible las 24 horas del día, día tras día, …

¡Pero es fundamental buscarse la vida, agudizar el ingenio y probar mil formas distintas (si hace falta) de encontrar momentos íntimos y estrictamente personales para dejar volar nuestra esencia, nuestro yo! ¡Ahí sí que nunca, jamás, debemos claudicar en el empeño! Por muy solos que estemos, por muy adversa y exigente que sea la realidad doméstica que tengamos; por muy afectado que esté nuestro ser dependiente…

EN BUSCA DE UN TIEMPO PROPIO

¡Debemos buscar, buscar y buscar el modo de conseguir tiempo para conectar con nosotros mismos!, pues no nos olvidemos que de ello depende el poder contar con una buena y vigorosa salud física y mental. Y yo no quisiera ponerme exigente, pero creo como cuidadores tenemos ABSOLUTAMENTE vetado el lujo de enfermarnos, máxime si cuidamos solos de nuestro enfermo. Ya se sabe que la enfermedad de alzheimer no sabe de treguas ni descansos y es una carrera de fondo…

No obstante, sé por propia experiencia lo complicado que resulta todo esto: el tiempo es un valor escasísimo en nuestra rutina, conseguir momentos independientes es toda una proeza y la creencia de que nuestro enfermo sin nosotros a su entera disposición no sale adelante, son todos factores que juegan en nuestra contra.

Pero también sé que en ocasiones como ésta es obligatorio sacar a relucir el sabio o el superhéroe que actúa con inteligencia y que, por lo demás, TODOS llevamos dentro (¡que sí que los tenemos! 😉 ) y aprender a marcar sanas restricciones. Porque ser cuidadores no se trata de ser seres abnegados, sino de ser solidarios. No se trata de vivir únicamente por y para otro, sino de de vivir en función de nuestras necesidades, y de preocuparnos por estar bien para poder ser de auténtica ayuda a los demás. Hay que saber calibrar nuestra energía, para no terminar agotados antes de tiempo. Y es que, como mencioné anteriormente, el cuidado de un paciente con Alzheimer no sabe de esperas y es un proceso prolongado, que tiende a alargarse durante muchos años.

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Mis amigos de Acción Poética lo tienen claro. Y tú, cuidador, también eres capaz de hacer lo imposible.

Cuidar a alguien, y más aún cuando se trata de un familiar querido, resulta una tarea muy agradecida, ya que nos enseña a poner en práctica las mejores cualidades humana (amor, solidaridad, compromiso,…) y nos descubre las fortalezas y talentos que poseemos y que en muchos casos permanecen en la sombra si no hay necesidad de explotarlas y sacarlas a la luz. Sin embargo, como muchas cosas en la vida, es una función que contiene una cara y una cruz. Y su cruz es precisamente lo absorbente que puede llegar a ser, la cantidad de sacrificios y renuncias personales que requiere. Pero el mayor riesgo que entraña es no saber delegar,  pedir ayuda externa y darse un respiro para evitar quemarse (y aquí es donde tropezamos con el denominado síndrome del cuidador quemado o burn out),… Es tan fácil caer en la patraña de creernos insustituibles como cuidadores y, lo más descabellado: ¡creernos que podemos con todo!

Ni tanto ni tan poco… ¿no?

Estoy plenamente convencida de que debemos trabajar en nosotros y mirar por nuestro propio equilibrio emocional. Para ello es muy beneficioso echar mano de algunos recursos disponibles que existen a nuestro alcance… aunque seamos reacios a recurrir a ellos. Desde recursos externos (como terapias psicológicas grupales o individuales exclusivas para cuidadores, el solicitar un personal de ayuda a domicilio o pedir a alguien de nuestro entorno cercano que ‘cubran’ nuestro puesto de cuidador durante un rato), hasta recursos internos que implican apelar a nuestra fuerza de  voluntad y de organización (dedicar tiempo en el hogar a realizar cosas que nos apasionen y  que aumenten nuestras reservas de  endorfinas: aficiones, cursos, labores, ejercicios, meditación, terapias naturales,…). En suma, la clave radica en no asumir en soledad toda la carga que supone atender a una persona dependiente. Porque una cosa es ser cuidador principal y otra distinta es ser cuidador exclusivo (o, dicho en otras palabras, persona con vocación de mártir).

COMPROMETERSE CON NUESTRO DESARROLLO PERSONAL

Y digo más: más allá de cumplir con eficiencia nuestro rol de cuidadores y velar por mantener una vida sana y equilibra en sentido físico y anímico, yo abogo por no descuidar nuestro desarrollo personal, por reafirmar nuestra esencia y nuestro poder creativo, por luchar por nuestros sueños y, un detalle nada desdeñable, por liberarse de mandatos socioculturales que, sobre todo en el caso de las mujeres, nos imponen un modelo de rol reproductivo de cuidados y mantenimiento del hogar demasiado exigente, que no tiene en cuenta las demandas de las propias cuidadoras y sólo centra su preocupación en el bienestar de los individuos dependientes.

 Equipaje de manoAsí pues, yo animo a quienes viven como cuidadores a tomar las riendas de sus propias vidas y darles la misma valía que la de los enfermos. ¡Pero haciéndolo de verdad, como si de un compromiso se tratase, con premeditación y alevosía! Hablo de buscar pequeños momentos para poder salir de la vorágine emocional (o, si se quiere, angustiosa) que supone convivir con una persona afectada por una dolencia crónica y corrosiva; para tomarnos un tiempo para nosotros mismos, con el fin de reencontrarnos; para reflexionar sobre quiénes somos (reconocernos), para apostar por nuestras inquietudes, metas y ambiciones (realizando aquello que nos hace felices) y liberarnos de patrones paralizantes y desgastantes que nos empujan sutilmente a supeditar nuestra existencia a las aprobaciones o críticas ajenas. ¡Necesitamos TIEMPO e INTIMIDAD! Y tengan claro, amigos míos, que esto no es un mero deseo: es una n-e-c-e-s-i-d-a-d, con todas las letras.

Sin embargo, queridos amigos, la esperanza es sabernos responsables de cada decisión que tomamos (consciente o inconscientemente, a nivel personal o a nivel colectivo), ya que son ellas las que moldean nuestra existencia y nos convierten en quienes somos. Está en nuestra mano utilizar el libre albedrío del que gozamos a nuestro favor. Y no, no es una cuestión de egoísmo: es una cuestión de autoestima y de inteligencia emocional 🙂 .