Si eres una persona cuidadora, tú eres tu mayor milagro

cuidadores y espiritualidad

¡Hola, cuidadores!

Ante todo, ¡¡¡Felices Fiestas navideñas!!! Unas fiestas diferentes donde las haya, por cortesía de un extraño virus que puso de rodillas al mundo entero. Pero en la vida hay que saber reinventarse. ¡Y, sin duda, el COVID-19 nos obliga a tener más flexibilidad mental y resiliencia que nunca!

Sin embargo, creo que si eres una cuidadora o un cuidador familiar (o informal) cuentas con una ventaja poderosa a la hora de saber gestionar mejor esta situación social y emocional. Porque los cambios bruscos y continuados; los confinamientos domiciliarios y el extremar precauciones para salvaguardar la salud de nuestros familiares enfermos de Alzheimer forma parte de nuestra rutina. Así que nuestra sabiduría juega a nuestro favor en esta ocasión 😉 .

Pero bueno, centrémonos en las partes más positivas de la realidad que nos toca vivir: ¡¡estamos en Navidad!!

Y estas últimas semanas del año nos invitan a conectar con nuestro optimismo y nos anima a reunirnos con nuestros seres queridos. Además de que estas fechas estimulan nuestros cinco sentidos como ninguna otra: con sus luces de colores; el aroma y el sabor de delicias típicas de esta época; las melodías navideñas, etc. Algo que ya mencioné en otro post anterior.

Aunque ya sé que para muchas personas estas Fiestas resultan muy difíciles de gestionar a nivel emocional. Máxime cuando hay personas enfermas en la familia. Es lógico que así sea. Pero precisamente, para intentar hacerles levantar su ánimo y vivir estas fechas con el mayor encanto posible, les escribo este texto.

Rituales para cuidadores


LO MEJOR DE LAS FIESTAS NAVIDEÑAS: LOS RITUALES

Para mí, lo que más me gusta de este periodo del año, son la cantidad de rituales que podemos hacer en estos días. Desde rituales propios del Solsticio hasta ritos de fin de año y año nuevo. ¡Y si profesas la Kabalah o eres judío/a seguramente celebres Januka y consideres a Diciembre como el Mes de los Milagros! 🙂

Sea como fuere, para mí, como cuidadora y como persona que cultiva su desarrollo espiritual y emocional, los rituales forman parte de mi vida. Y cumplen una función apasionante y fabulosa, a la que me aferro con uñas y dientes ^^. Porque sí, me colman de fe y me hacen creer que nada es imposible en esta vida. Y, sobre todo, me ayudan a creerme posible.

En otras palabras, para mí los rituales me salvan de caer en la desidia, en la desolación y la desesperación. Lo cual supone una enorme amenaza cuando somos cuidadores/as a tiempo completo o indefinido. Y, en cambio, me proporcionan bienestar y confianza. Además, claro está, de ayudarme a valorar mi aquí y ahora y darme cuenta de todo lo bueno que hay en mi vida. ¡¡Sí, a pesar de los pesares!! 🙂

Y de eso quiero hablarles aquí: de la importancia que cumplen los rituales en la vida de las personas cuidadoras. Para mantener encendida su actitud positiva y no olvidarse de sí mismas.

Con todo, amigos/as, les recuerdo que cuando rezamos, hacemos peticiones al Cielo o realizamos un ritual en busca de un milagro, no estamos pidiendo que venga un dios a salvarnos. Antes bien, nos estamos comprometiendo ante nosotros/as mismos/as (y ante el Cielo) a salir adelante. A no aislarnos de la vida y la su abundancia que nos otorga. ¡¡¡Y ese, indudablemente es nuestro mayor milagro!!!

¿POR QUÉ SER CUIDADORA DE PERSONAS ENFERMAS ME VOLVIÓ UNA PERSONA ESPIRITUAL?

No sé si lo saben… aunque seguramente ya lo habrán intuido aquellas personas que me leen desde hace tiempo… Yo acredito en la magia, en los mundos intangibles y energéticos, en que todas las cosas tienen un espíritu propio. Y recurro a ese mundo mágico cuando me siento vencida. En pocas palabras, soy una brujita de andar por casa 😉 .

Por eso me encanta hacer rituales con los elementos que nos regala la naturaleza. En mi casa siempre hay un vela encendida que ilumina mi vida; inciensos o sahumerios que hacen de mi casa un lugar más entrañable; lámparas de sales del Himalaya. También minerales diversos, plantas y ramos que me permiten apreciar la belleza que existe en este mundo.

Y plumas, ¡muchas plumas! Ya que me recuerdan que tengo a un ángel de la guarda que no me deja sola y que debo ser flexible y suave, conmigo y con los demás.

Siempre me sentí muy conectada con la naturaleza y siempre creí en la magia. Pero no esa magia de «abracadabra», sino en esa que nos aporta bienestar y nos enlaza con la divinidad y el Universo.

Sin embargo, mi rutina espiritual y mística se acrecentó después de que se enfermase de Alzhéimer mi hermano. Aunque, si rememoro mi adolescencia, también acudí a la espiritualidad durante la época en que vivió mi mamá, que también padeció Alzhéimer.

No obstante, en esa etapa fui mucho más práctica y terrenal. Me refiero a que opté por tirar al máximo de mi espíritu de supervivencia y normalizar esta situación tan jodida lo mejor que pude. Ignorando mis emociones y dejando de lado mi propio crecimiento espiritual. Sencillamente sentía que no tenía tiempo para esas cosas.

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LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER DE MI HERMANO: UN HITO EN MI DESARROLLO ESPIRITUAL

Así, en lugar de fortalecer mi fe, mi vida espiritual, me dediqué a buscar soluciones a cada problema que se presentaba. Pensaba que, si me movía con tenacidad y me ocupa por resolver cada problema que surgía a causa de la enfermedad, podría reducir el sufrimiento de toda mi familia, y especialmente de mi mamá. ¡¡Craso error!!

Me desgasté muchísimo, me desconecté de mis emociones, mi fabriqué una coraza para tapar mis miedos y mi desazón, me volví rígida y pesimista… Y, sobre todo, me olvidé de cuidar de mí misma y de amar la vida.

Así pues, cuando se enfermó mi hermano, y me vi abocada a repetir la misma experiencia de tener convivir con un enfermo crónico y una enfermedad degenerativa, comprendí que esta vez tenía que hacer las cosas de otra manera. Me lo debía a mí misma.

Entonces entendí que si mi destino, mi karma, era lidiar con las enfermedades incurables y devastadoras de mi familia, algo debía aprender de esas experiencias. Algo me estaba enseñando el Universo con ellas y yo debía trascenderlas, vivirlas de una forma más enriquecedora.

En mi caso, conforme la enfermedad de mi hermano avanzaba con crudeza sobre su ser, yo empecé a sentir la necesidad imperiosa de conectar con mis emociones verdaderas. Dejar de ser tan resolutiva y práctica, para atravesar a conciencia este episodio.

Pero, ¡obvio!, los hechos me dolían y me desarmaban. Cada vez fui sintiendo más compasión y tristeza por él y por mí, por lo que nos esperaba vivir de los años venideros. Y, en medio de la desesperación y el sufrimiento, abrí mi corazón a la espiritualidad.


EL PODER DE LOS RITUALES COTIDIANOS Y EXTRAORDINARIOS EN LA VIDA DE LOS CUIDADORES

Y es que necesitaba sentir que, si los designios de Dios son inescrutables, yo debía extraer un significado, un consuelo. Pero también sabía que yo debía ser feliz, que me merecía vivir mi propia vida, a pesar de las limitaciones que me imponía mi faceta de cuidadora. Ya no quería seguir siendo la sombra de otra persona, sino brillar con mi propia luz.

Con el tiempo comprendí que la realidad hay que aceptarla tal y como es para no sufrir tanto; pero que la vida también había que llenarla de fe y magia para que fuese llevadera. Y fue así como comencé a llenar nuestra vida de realismo mágico, como ya les comenté alguna vez.

Y es ahí donde los rituales se convirtieron en un hábito. Gracias a ellos encuentro confianza para seguir adelante y realizarlos me hacen sentirme más cerca de las certezas. En otras palabras, me aportan un montón de estabilidad emocional.

Pero hacer rituales tiene un significado mucho más que esperanzador para mí. Los rituales son un recordatorio de cuáles son mis deseos, qué es lo que quiero ser y el legado que quiero dejar en el mundo. Por tanto, me conectan con mi pasión y me ayudan a no olvidarme de mí misma. Me invitan a ser responsable conmigo y realizar el cometido que todos traemos al venir a este mundo: ser feliz y compartir mi felicidad con los demás.

De ahí que, para mí, los rituales resulten tan indispensables:

  • Porque nos traen paz, reflejan nuestra confianza de que nuestro futuro puedo ser más halagüeño.
  • Nos recuerdan que, más allá de ser cuidadores/as, de velar por el bienestar y la protección de otras personas, nosotros también merecemos cuidarnos. Debemos atender nuestros sueños, cultivar nuestras metas y no abandonarnos nunca en medio del camino.
  • En este sentido, nos conectan con nuestro poder personal, nos recuerdan que somos capaces de atravesar esta dura etapa y que podemos superarla o trascenderla. Tal vez con mucho sacrificio, pero somos capaces de conseguir ese milagro.
  • Además, los rituales nos aportan equilibrio (o al menos cierta sensación de autocontrol cotidiano), nos infunden armonía y embellecen nuestros espacios.
Navidad para cuidadores


¡CELEBREMOS LA VIDA Y NUESTRA CAPACIDAD DE OBRAR MILAGROS, CUIDADORES /AS!

Por tanto, queridos/as amigos/as, como cuidadora, les animo a realizar rituales sencillos que les llenen de luz y amor el corazón. Cada vez que lo necesiten o de forma permanente. Y si no lo hacen aún, la época navideña resulta una temporada ideal para realizarlos.

Con sus luces de colores, sus árboles y plantas propias de estas fechas, sus postres típicos y sus momentos propicios para dar lo mejor de nosotros/as a los demás,… El mero hecho de celebrar estas Fiestas y adornar nuestro hogar o reunirnos con nuestros seres queridos, ya supone realizar un cúmulo de rituales 😉 .

Sin embargo, la magia de los rituales reside en hacerlos con consciencia, con plena voluntad. De este modo, nos infunden la ilusión y la motivación que necesitamos para movernos hacia adelante. Esa es su principal, sino única, función: hacernos vibrar bienestar y certezas.

¡Ah! Sí, es cierto, existe otra función que entrañan los rituales: ¡¡nos recuerdan que nosotros/as somos hacedores de milagros!! 🙂 Principalmente porque somos capaces de convertir el plomo que inunda nuestra cotidianidad en oro emocional para nuestros familiares enfermos. ¡¡Ahí es nada!!^^

Y eso, amigos/as míos/as, tiene un nombre: ¡¡¡¡somos unos alquimistas emocionales y espirituales!!! ¡¡¡Felicidades!!! 🙂

¡¡Así pues, les animo, cuidadores y cuidadoras del alma, a que enciendan velitas e inciensos; hagan sus listas de situaciones y emociones que deseen sacar de sus vidas; sus listas de deseos y propósitos que quieran manifestar; y celebren todo lo que tienen, todo lo que han logrado en sus vidas y todo lo que dan a los demás.

Y si además podemos compartir nuestros rituales y celebraciones con nuestro familiar enfermo, ¡seguro que la sensación de gratitud y la ilusión es doble!

En fin, cuénteme qué rituales hacen ustedes y cómo les ha ayudado la experiencia de ser personas cuidadoras en el desarrollo de su espiritualidad.

Les mando un abrazo enorme y lleno de complicidad. De cuidadora a cuidadores/as 😉

Los cuidadores y el aislamiento social por COVID-19. Consejos para sobrellevarlo

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Buenos días, cuidadores/as fabulosos/as

Hoy vengo con la intención de compartir algunos consejos prácticos para sobrellevar lo mejor posible esta cuarentena impuesta por el riesgo sanitario que implica el  Coronavirus COVID19. Tal como les había prometido en el post anterior.

Después de mes y medio de confinamiento casero, puedo decirles que se puede pasar por esta experiencia sin tanto alarmismo ni angustias. De hecho, hasta es posible encontrarle su parte positiva. Por ejemplo, tener una vida más tranquila, sin tanto estrés. Aunque eso ya depende del carácter y el estilo de vida de cada persona 😉 .

Además, al no tener tanta libertad para salir de casa, aprendemos, casi sin darnos cuenta, a enfocarnos en lo realmente importante de nuestra vida. En las pequeñas cosas, que se suele decir.

Con todo, es cierto que muchas personas cuidadoras de alguien con demencia lo están pasando bastante mal en estos momentos de aislamiento social. Porque, dependiendo de en qué fase de la enfermedad se encuentren los/as enfermos/as, algunos no llevan bien estar encerrados en casa. Otros/as sencillamente no son capaces de entender lo que está pasando ahí fuera. Su fragilidad neuronal les impide captar la realidad como es.

Por todo esto, y muchas más cosas, considero muy importante que apliquen ciertas rutinas personales y familiares en momentos de encierro o falta de libertad de movimiento. Algo que, como todos/as sabemos, en el caso de los/as cuidadores/as, no sólo se vive en periodos de pandemias o crisis sociales, sino que forma parte de nuestra experiencia como cuidadores en sí.

CONSEJOS PRÁCTICOS DE UNA CUIDADORA PARA MANTENER LA CALMA EN CASOS DE PANDEMIA Y OTRAS CRISIS

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Como siempre, voy a usar mi blog para compartirles algunos consejos que para mí, como cuidadora, me han valido de mucho para salir adelante y obtener cierto nivel de bienestar interno.

No son ninguna panacea, y muchos resultan obviedades, pero no pierdo nada compartiéndolo con ustedes. Además, mi meta última es que todo el mundo nos sintamos bien y trasmitamos mucha confianza y mucha buena vibra a los demás. Así que, ¡vamos allá!

Tengamos muy presente que todo pasa. Todo pasa en la vida, y ese es un gran consuelo. Pero la auténtica paz nos la damos nosotros/as mismos/as cuando ponemos de nuestra parte para que las cosas nos pasen y aprender de ellas. Es importante tener un actitud positiva y de protagonismo en nuestra vida. No nos pasan las cosas; nosotros hacemos que las cosas nos pasen de una forma u otra 🙂 .

Establecer una rutina es fundamental. Una nueva rutina acorde con las nuevas circunstancias que nos rodean. En este sentido, planificar nuestra jornada de cada día es muy positivo porque nos permite tener una estructura, un pilar. Eso nos da sensación de control, de trabajar por un propósito (por muy ínfimo que sea) y nos aporta mucha paz y bienestar.

Si hablamos de rutinas es menester hablar de gestionar nuestro tiempo de forma útil. Somos lo que hacemos. Así que es recomendable utilizar el tiempo de forma sabia y consciente, haciendo cosas que sean importantes para nuestro bienestar, para nuestro crecimiento personal o profesional, etc. Aquí todo cabe: desde limpiar tus espacios hasta aprovechar los momentos para escuchar o ver contenidos interesantes, que sumen a nuestra existencia.

Por cierto, en la página de facebook les comparto ejercicios de estimulación cognitiva y algunas APPs interesantes para trabajar con las personas con Alzheimer, o mayores sin más, en casa.

Debemos evitar caer en la sobreinformación de temas que nos generan ansiedad o angustias. Esto aplica tanto a buscar información constantemente sobre enfermedades como a escuchar todo el rato noticias que nos alarman más que lo que nos orientan o ayudan. En este sentido, Internet puede ser un gran aliado para informarnos, pero también nuestro peor enemigo, especialmente porque en la red circula mucha información, pero no toda es rigurosa o fiable.

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Que tengamos que pasar nuestro tiempo en casa no significa que tengamos que estar desconectados de nuestras redes sociales. Por eso es bueno mantener la comunicación con nuestros familiares o nuestras amistades a través de llamadas o videollamadas. No sentirnos solos resulta primordial para mantener un estado de ánimo alto y positivo.

CUIDA DE TI Y CULTIVA EL AMOR PROPIO

Debemos cuidar de uno/a siempre. Mantener nuestro cuidado personal, nutrir nuestro amor propio, nuestra vida emocional y nuestra salud mental. ¡No se abandonen!

Y esto me lleva a la siguiente recomendación: hay que distraerse y darle rienda a nuestras aficiones y nuestras pasiones. Siempre es muy saludable dedicar tiempo a esos rituales domésticos que nos infunden ánimo y nos encienden. ¡Nada nos conecta más con el amor que sentirnos bien!

Hay muchas aficiones que se pueden realizar estando en casa. En mi caso como cuidadora mientras hacía labores domésticas escuchaba audios que me gustaban; mientras mi familiar enfermo veía la tele o dormía, me dedicaba a hacer cursos, o practicar aficiones que podía hacer desde casa. Compartíamos el ritual de tomar mates (somos argentinos^^) o infusiones, escuchar música, leer o escuchar el horóscopo del día, escribir un diario de agradecimiento cada día,  etc.

Dedicar tiempo a aprender algo nuevo es una opción fantástica. Y es una actividad que nos ayuda a tener una actitud abierta a los cambios y a invertir en tiempo en cosas productivas. Además tenemos la inmensa suerte de contar con la neuroplasticidad de nuestro cerebro, ¡y hay que aprovecharla!

Y, finalmente, enfocarnos en lo que sí podemos hacer y no en las limitaciones o lo que no podemos realizar. Sé que a veces puede parecer difícil cuando extrañamos antiguos hábitos que podíamos llevar a cabo y ahora no. Pero ejercitar nuestra mente para centrarnos en lo sí podemos hacer marca la diferencia.

No nos sentiremos tan ansiosos/as ni deprimidos/as y, en cambio, aprovecharemos el tiempo para hacer cosas que nos entusiasmen. Ello nos hará sentir cierto dominio sobre nuestra vida y, por tanto, nos ayuda a sentirnos más empoderados/as.

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Y, por supuesto, mi mayor recomendación es que atiendan sus sentimientos y nutran su espiritualidad. De verdad, amigos/as, nada enriquece tanto la vida y nos ayuda a pasar los momentos más difíciles que desarrollar nuestro mundo espiritual. Así como atender nuestras necesidades emocionales. De ahí nace la sensación de paz interior y de amor a la vida, aun en los momentos más desconcertantes.

Por eso practicar meditación, ejercicios de respiración, quedarnos en silencio delante de una taza de té o café, etc. Todas son acciones que nos conectan con nuestro poder interno y nos aportan mucha confianza. Sobre todo porque nos estamos deteniendo a sentirnos y darnos atención, a preguntarnos qué necesitamos.

PALABRAS FINALES

En definitiva, amigos/as, a pesar de las presiones sociales y la situación de crisis mundial, no caigan en miedos ni parálisis. Ustedes, como personas cuidadoras saben lidiar con este tipo de circunstancias adversas. ¡Y me consta que poseen una capacidad de resiliencia y superación a prueba de bombas! 🙂

Les mando un beso enorme y todo mi apoyo y complicidad para mantenerse tranquilos/as y con la confianza de que todo va a resolverse de la mejor manera posible.

¡Ustedes sólo preocúpense de cuidarse mucho y proteger a su familiar enfermo/a! 😉

Mucho amor y salud, amigos/as. Los/as quiero mucho.

Lo que las personas cuidadoras pueden enseñar sobre cómo afrontar una crisis (como la del COVID-19)

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¡Buenos días, amigos/as!

¿Cómo se encuentran en plena cuarentena? Yo conviviendo más que nunca conmigo misma y vibrando amor, en medio de una atmósfera llena de miedos y angustias.

Precisamente, esta sensación colectiva, de estrés diario, generada por la crisis sanitaria del virus COVID-19, me inspira a escribir este post. No con la intención de hablar sobre cómo protegernos o cuidar a las personas con alzheimer o gravemente enfermas ante esta inusitada pandemia.

Lo que les voy a compartir es una reflexión muy personal, concebida desde mi experiencia como cuidadora de familiares enfermos de alzheimer. Les voy a contar por qué considero que, como cuidadora, tengo una mayor facilidad para sobrellevar con paciencia y poco alarmismo las consecuencias de estar expuestos/as a esta pandemia del COVID-19 y a sus restricciones sociales.

LA VIDA EN PLENA CRISIS DEL CORONAVIRUS

No cabe duda que estamos viviendo una circunstancia social y sanitaria crítica, que rompe con nuestro diario vivir y nos lleva a asumir un estilo de vida que se siente anti-natural.

Al ser una situación desconocida, de fuerte impacto social y que da pie a muchas falsas noticias y opiniones de lo más variopintas, terminamos cayendo en la incertidumbre, el miedo, el no saber qué nos deparará el futuro. Y esta sensación de no tener control, de no poder responder de una manera automática a lo que se nos presenta, nos provoca mucha ansiedad. Y nos sentimos muy vulnerables, más mortales que nunca, ¿verdad?

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Creo que la sensación de no tener control sobre los acontecimientos, de que la realidad se escapa de nuestro control y de no saber cómo manejarla, es horrible. Nos desarma y nos abruma de una forma apabullante. ¡Cómo no sentir desesperación!

Además, está la obligación de tener que quedarnos recluidos/as en casa, sin ser dueños/as de nuestra libertad. Y el tener que adoptar medidas nuevas, nuevas dinámicas que son preventivas, sí, pero ajenas en muchos casos a nuestra cotidianidad, también resulta un plus de ansiedad y agobio, difícil de gestionar en un primer periodo.

Pensemos que los cambios son muy necesarios en nuestra vida, porque ellos nos ayudan a salir adelante en muchas ocasiones. ¡Yo soy un ferviente seguidora de los cambios! 🙂 . Pero también sé que se hace necesario que éstos se den gradualmente; que lo ideal es llevarlos a cabo cuando estamos convencidos/as de querer hacerlos o nos sentimos preparados/as.

Sin embargo, con la crisis sociosanitaria del COVID-19 nos vimos obligados/as a asumir una serie de cambios en nuestra rutina de manera abrupta, urgente, sin tiempo a asimilarlos. Y eso hay que reconocer que resulta una experiencia muy dura para nuestra salud mental y emocional.

Por más beneficiosos que resulten para nosotros/as estos cambios y estas medidas preventivas que estamos viviendo, tardamos en sentirlos así porque nos falta tiempo para comprenderlos e interiorizarlos.

Y es en este contexto que también hemos de lidiar no sólo con el miedo y el sentirnos indefensos/as, sino también con el terrible sentimiento de culpa que nos atiza cada vez que cometemos un error; que tenemos un olvido; que reconocemos que queremos salir de casa, tener vida social; que deseamos volver a nuestra antigua rutina; seguir adelante con nuestra vida y nuestros planes previos a este estallido del coronavirus.

¡Definitivamente, nos han sacado de nuestra zona de confort y seguridad! Y el dolor que muchas personas experimentamos por ello se siente como angustia, resentimiento, desazón o depresión.

Pues bien… Esos sentimientos tan negativos y frustrantes que en estos momentos enfrenta gran parte de la sociedad, son muy similares a los que experimentamos los cuidadores de familiares enfermos de alzheimer (u otras enfermedades crónicas o discapacitantes).

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POR QUÉ LAS PERSONAS CUIDADORAS PODEMOS AFRONTAR MEJOR LA CRISIS DEL CORONAVIRUS

Ciertamente, esta situación tan desgastante y estresante que estamos viviendo a nivel social por culpa del COVID-19 tiene mucho que ver con las experiencias personales por las que pasa una persona normal que, de repente, debe dedicarse a cuidar de un familiar enfermo/a. Y especialmente si esa dolencia es tan desconcertante y cambiante como es una demencia como la enfermedad de Alzheimer.

De hecho, los/as cuidadores/as tenemos el dudoso honor de compartir un síndrome propio, exclusivo, que afectan muy negativamente a nuestra salud física, mental y emocional. Es el llamado Síndrome del cuidador quemado.

Y es que los cambios que debemos hacer en nuestro estilo de vida y los cambios tan bruscos y constantes que forman parte del alzheimer (que van desde cambios de humor en nuestro/a familiar enfermo hasta cambios en las etapas por las que pasa la enfermedad y su deterioro físico y cognitivo) nos hace sentirnos desquiciados/as y asustados/as a partes iguales.

Es más, por mi experiencia como cuidadora, de mi madre en el pasado y de mi hermano en el presente, podría citar las siguientes situaciones emocionales por las que atravesamos los/as cuidadores/as:

—> La tranquilidad y el bienestar se esfuman en la vida de las personas cuidadoras. Al menos hasta la última etapa de esta dolencia, vivimos en un continuo estado de alarma.

—>El miedo nos paraliza. Todo con respecto al alzheimer nos resulta un mundo nuevo y muy inestable. La incertidumbre se apodera de nosotros/as. No sabemos cómo actuar, nos sentimos perdidos/as.

—>Perdemos nuestra libertad. Gran parte de nuestra vida gira entorno al cuidado personal de nuestro/a familiar enfermo y la mayor parte de nuestro tiempo la pasamos en casa. Una experiencia muy parecida a la reclusión doméstica que debemos mantener en este tiempo de pandemia.

—>La falta de tiempo para las relaciones sociales nos aboca a una soledad no deseada y muy hiriente. Además, nos sentimos muy incomprendidos/as por nuestro entorno y marginados/as por el resto de la sociedad. La distancia social que se impone en tiempos de coronavirus la vive cualquier persona que sea cuidadora, inevitablemente 😦 .

—>Corremos el riesgo de caer en un estado de estrés crónico, lo que nos genera muchos problemas de salud. Porque no sólo somos cuidadores, también tenemos que atender al resto de la familia, salir a trabajar, etc. La sobrecarga de responsabilidades es enorme.

—> Mantener hábitos saludables nos resulta complicado en un primer momento. Porque no tenemos tiempo libre para realizar alguna actividad física, nuestras aficiones, descansar, etc.

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—> El hartazgo y la frustración por sentirnos tan limitados/as, tan atados/as nos hace enfermar y nos hunde en la depresión. Pero, ¡ojo!, no podemos deprimirnos porque tenemos que atender a nuestros/as enfermos/as. Así que no nos queda otra que tirar del espíritu de supervivencia. Seguramente gran parte de la sociedad se esté sintiendo así en la actualidad, por no poder salir de sus casas para no propagar más el COVID-19.

—> El sentimiento de culpa se convierte en una constante en nuestra vida. Cargamos con las penurias por las que pasa nuestro ser querido enfermo. Nos sentimos mal por no poder serle de más ayuda; nos sentimos mal por querer tener tiempo aparte para nosotros/as; nos sentimos mal por no poder lograr que las cosas sean distintas y salvarnos a todos/as.

—>El resto de la familia también pasa por momentos de angustia y frustración, así que muchos/as cuidadores/as tratamos de amortiguar ese malestar general. Y en el intento, tendemos a caer en el papel de ser superwoman o superman, de obligarnos a poder con todo.

—> Con frecuencia nos vemos atosigados por la inestabilidad económica. Muchas personas cuidadoras debemos abandonamos su vida profesional para cuidar a su familiar. Sino debemos contratar servicios externos o personas profesionales para que cuiden de nuestro enfermo/a y eso supone muchos gastos económicos. Y una gran preocupación que se suma a otras muchas.

Como ven, muchas emociones y situaciones que vivimos los/as cuidadores/as a diario coinciden con las que muchos individuos están padeciendo por culpa de esta pandemia que se escapa de nuestro control.

Con todo, les garantizo que la mayoría de los cuidadores salen adelante. Quizás en muchos casos con sangres, sudor y (muchas) lágrimas, pero salen adelante. Y es que, puede sonar paradójico, pero no hay nada como convivir con la enfermedad de cerca para aprender a valorar la vida.

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LA CAPACIDAD DE RESILIENCIA DE LOS CUIDADORES

Al final, como suele decirse «lo que no mata, fortalece», y con el tiempo quienes somos cuidadores/as aprendemos a adaptarnos a esta vida. Y conforme pasa el tiempo también las vicisitudes que entraña la enfermedad de alzheimer se van calmando, hasta llegar a ese último período en que la persona enferma pasa a estar encamada y es absolutamente dependiente de nosotros/as.

Y entonces volvemos a tener cierto control, a no vivir con el corazón en la mano y a poder planificar un poquito mejor nuestra rutina. Y lo mismo va a pasar con esta crisis sanitaria. Volveremos a la normalidad… aunque ya nada será lo mismo, porque nosotros/as tampoco lo seremos después de esta experiencia tan excepcional. Igualito que le sucede a quien ha sido cuidador /a y ha dejado de serlo tiempo después.

Ante situaciones como las actuales, donde debemos enfrentarnos a crisis como las del coronavirus, nos damos cuenta de cuánto hemos aprendido de nuestra experiencia como cuidadores/as y cómo hemos sabido hacer de una circunstancia adversa y crítica una oportunidad para hacernos más fuertes y empáticos/as. Y confiar en que al final todo saldrá bien.

Sinceramente, creo que pocas personas pueden enseñar tanto de capacidades como la resiliencia, la flexibilidad o la maravillosa vulnerabilidad como alguien que ha sido cuidador/a. Asimismo, una de las grandes lecciones que nos ha dejado esta vivencia reside en saber transmutar el miedo en amor a la vida y a los que están a nuestro alrededor.

Y así, sin querer queriendo, la aparición del COVID-19, con todo lo nefasta que puede ser, nos sirve para visibilizar la vida tan dura y complicada que tienen muchas personas cuidadoras. Una vida doméstica, silenciosa, en convivencia con la enfermedad y a la que pocos prestan atención. ¡Ojalá esta experiencia sirva a la sociedad para mostrar mayor comprensión y solidaridad hacia este colectivo humano tan poco valorado aún!

Bueno, por hoy esto es todo.

En el siguiente post compartiré algunos consejos que, como cuidadora, pueden ser de apoyo para superar circunstancias limitantes y desafiantes; que nos llevan a replantearnos nuestra vida, pero también nos dan la oportunidad de darle un nuevo sentido y reinventarnos en una mejor versión.

¡Ya van a ver cómo toda adversidad puede sobrellevarse con actitud positiva, empeño y mucha aplicación de inteligencia emocional! 😉

Les agradezco haber compartido un cachito de su cuarentena conmigo y acercarse un poquito más al mundo de los cuidadores. Que, aunque desafiante, también está lleno de realismo mágico 🙂 .

¡Les mando un abrazo inmenso y mucha salud, fortaleza y certezas para superar la vida en tiempos de coronavirus !