¿Existe un modo de sentirnos felices cuando somos cuidadores involuntarios?

woman-2003647_1920

¡Muy buenos días, amigos cuidadores!

Vuelvo aquí a reunirme con ustedes para reflexionar nuevamente sobre todo lo que supone ser personas cuidadoras por tiempo indefinido.

Aunque esta entrada de «¡Buenos días, Alzheimer!» va especialmente destinada a aquellas personas que no terminan de sentirse a gusto siendo cuidadoras; que sienten que Dios o el Universo les mandó un encargo imposible de superar; que sienten que ser cuidadoras es lo peor que les pudo pasar y, por eso, se sienten insatisfechas, amargadas o angustiadas con su vida.

Porque este tipo de cuidadores existen. No todos somos felices realizando esta labor, por mucho que queramos a nuestros familiares enfermos. Y es que a veces nadie nos pregunta si queremos o estamos capacitados emocionalmente para hacernos cargo de esta tarea tan dura. Parece que simplemente nos toca y ¡ya! Nos convertimos en cuidadores involuntarios.

Y entonces nos debatimos entre el deber ser, lo que los demás esperan de nosotros, y nuestro propio querer ser. Deseamos alcanzar ciertas metas y realizaciones en nuestra vida personal y nos vemos limitados por muchas obligaciones y exigencias que nos restan libertad. E casi irremediablemente nos vemos sumidos en una profunda depresión.

Esta es la realidad de muchas personas que son cuidadoras involuntarias.

Si este es el caso de algunos de ustedes, espero que mi experiencia y reflexión al respecto, les sea de ayuda 😉 .

¿QUÉ IMPLICA SER CUIDADORES? PROS Y CONTRAS

Realmente, muchas personas que somos cuidadoras sufrimos mucho en esta existencia. No sólo por el esfuerzo y las limitaciones que nos supone ejercer ese papel familiar; sino, como comentaba anteriormente, porque en muchos casos nos vemos atrapados en un dilema enorme a nivel personal: mirar por nuestro bienestar emocional o aguantar con sacrificio numerosas situaciones.

Sabemos que ese familiar enfermo —o nuestra pareja— se merece que estemos a su lado, transitando la enfermedad con ella. Pero ellos también implica, dejar gran parte de nuestra vida relegada; y lo que es aún peor, soportar algunas situaciones familiares abusivas.

Pues, suele pasar que algunos miembros de la familia quieren evadir su parte de responsabilidad; y no es raro que dentro de un grupo familiar una única persona termine haciéndose cargo del cuidado del familiar enfermo y todo lo que la enfermedad conlleva —consultas médicas, cuestiones administrativas, estar pendiente de cubrir todas las necesidades de la persona enferma, etc.

morning-1369446_1920

En estos casos, cada individuo obra como lo crea conveniente. Pero yo cada vez estoy más segura que uno tiene que ser honesto y leal consigo mismo. Y sí, plantar cara al  sentimiento de culpa, a los remordimientos de actuar como alguien egoísta; a pesar del desconsuelo que experimentemos por eso. Debemos pensar en nosotros.

¡Es que ni modo! Si nosotros no miramos por nuestro propio bienestar, nadie más lo va a hacer. Y nuestro mayor compromiso de cuidado, al contrario de lo que se pueda creer popularmente, es con nosotros mismos. Sin embargo, nunca podremos aportar lo mejor de nosotros si no intentamos alcanzar un cierto equilibrio y bienestar individual; si no buscamos metas y detalles que nos llenen de vitalidad y amor a la vida.

Y esta obviedad tiene mayor cabida en el caso de quienes portamos la etiqueta de cuidadores.

Con todo lo malo, ser cuidadores nos enseña mucho sobre nosotros mismos y es un modo en que pongamos a prueba nuestra resistencia y nuestra capacidad de superación y resilencia, ¡y eso siempre es de agradecer!

Los cuidadores somos personas con cualidades extraordinarias, que van más allá de lo meramente superficial o individualista. somos empáticos y compartimos de corazón todo lo que tenemos: tiempo, esfuerzo, compañía, amor, etc.

En efecto, somos gente de compromiso y acción: trabajamos de forma servicial para generar bienestar en otras personas y batallamos sus propias luchas como si fueran las nuestras.

Y, si se fijan, esas mismas aptitudes tan sanas y nobles que prodigamos a nuestros familiares enfermos, con el tiempo terminamos aplicándolas a todos nuestros contextos, traspasando el mero ámbito doméstico.

¿CÓMO SENTIRNOS FELICES SIENDO CUIDADORES INVOLUNTARIOS?

Entonces, ¿por qué con frecuencia los cuidadores nos sentimos tan insatisfechos, cuando no infelices?

Pues, básicamente, porque no sabemos poner límites y cargamos con más responsabilidades de las que podemos soportar. Y porque nos olvidamos de cuidar de nosotros mismos y caemos en una visión pesimista y amarga de la vida… ¡Y no es para menos, ojo!

Pero lo cierto es que nosotros somos artífices de nuestra propia realidad y la actitud que tengamos hacia nuestra cotidianidad, crea la vida que tenemos.

En este sentido, yo decidí aferrarme a mi espiritualidad, a mi amor hacia la vida y a mi amor propio para superar esta situación. Hay ocasiones en que todo se me hace cuesta arriba y maldigo mis responsabilidades familiares o como cuidadora. Pero, inmediatamente me hago consciente de que esta actitud no me lleva a nada y cambio al modo positivo y le pongo las mejores ganas a todo.

reading-925589_1920

Pero, claro, para conseguirlo, invierto mucho tiempo en mí misma. Dedico tiempo a mi trabajo o a alguna afición; me arreglo; me doy mis caprichos sencillos —chocolates y cafés ^^ —; le pido al Universo que me depare lindas sorpresas y me dejo sorprender por la vida; y siempre mantengo viva alguna ilusión.

En definitiva, para estar de buen ánimo, estoy pendiente de mi propia vida y de lo que me hace vibrar el corazón. En otras palabras, tengo clarísimo que antes que cuidadora soy una persona con un proyecto de vida por atender y manifestar.

No obstante, tuve que llegar a este punto de mi crecimiento personal, de amarme a mí misma y trabajar por mi vida, para aprender a vibrar amor, bienestar y valorar mi experiencia como cuidadora.

Y entonces, desde ese lugar de poder interno y amor propio descubrí que ser cuidadora me ayudó muchísimo a conocerme mejor, atreverme a cambiar aquello que no me llenaba de mi día a día, ¡aprendí a delegar y a decir no cuando ya no podía más! Y, de este modo, comencé a honrar mi existencia y todas las lecciones que me ha dejado mi labor como cuidadora involuntaria.

A continuación, les comparto algunas de ellas, a ver si ustedes también lo perciben así o no están de acuerdo… Después me cuentan… 😉

LECCIONES QUE NOS DEJA CUIDAR DE UNA PERSONA ENFERMA

De alguna manera,  a pesar de lo dura que es esta realidad que nos tocó vivir, tenemos la suerte de que convivir con la enfermedad de Alzhéimer —como con cualquier otra dolencia crónica— nos convierte en mejores personas.

Para ser cuidadores es necesario ser personas responsables, empáticas, sensibles, pacientes y con una capacidad de resiliencia a prueba de bombas 🙂 .

Ser cuidadores nos da la oportunidad de perfeccionarnos día a día y ver más allá de nuestro ego o nuestros intereses. ¡Nos llena los ojos de otra mirada! Y el ayudar a otras personas siempre da sentido a nuestra vida y nos hace vibrar amor.

Y, lamentablemente, porque experimentamos en nuestro hogar la fragilidad de la vida, aprendemos a valorar nuestra salud, nos vuelca hacia nuestro desarrollo espiritualidad —una área de nuestra existencia sumamente importante, que tendemos a descuidar— y nos lleva a dejar de vivir en piloto automático, para por fin despertar y atender nuestro propósito de vida.

pexels-photo-101063

 

Y éste es un aspecto que me parece fundamental para cada uno de nosotros, y que yo aprendí de mi experiencia como cuidadora: nos lleva a replantearnos qué queremos de la vida, a dónde queremos llegar, qué queremos ser. Porque tras ser cuidadores aprendemos que a la vida hay que honrarla, hay que valorarla, y celebrarla. Y la mejor forma de hacerlo es sintiéndonos felices con nuestro diario vivir. ¡Ahí es cuando vibramos mucho amor!

En definitiva, ¡los cuidadores somos la clase de personas que esta sociedad tan enferma de prisas, distracciones, banalidades y tendente a la cosificación, necesita!

Puede que en innumerables ocasiones nos sintamos solos o desahuciados; pero lo cierto es que mucha gente valora nuestro esfuerzo, admiran nuestra determinación y nuestro compromiso, e intenta ayudarnos en la medida de sus posibilidades.

Me refiero a personas cercanas, como familiares o amigos, pero también a profesionales de todo tipo a los cuales acudimos, a vecinos o a conocidos con los que nos cruzamos puntualmente.

¡Y ven! Esa es otra cosa linda que nos enseña pasar por esta experiencia: que hay gente maravillosa y generosa que, incluso sin conocernos, nos comprende y trata de ayudarnos desinteresadamente 🙂  ¡Y se nos ilumina el mundo! ¡Y volvemos a vibrar amor y gratitud!

EL NECESARIO PUNTO INTERMEDIO ENTRE CUIDAR DE LOS DEMÁS Y CUIDAR DE UNO MISMO

En suma, queridos amigos, si no queremos terminar odiando nuestra labor de cuidadores ni sintiéndonos atrapados en un eterno quiero y no puedo; la clave está en no abandonarnos nunca a nosotros mismos, a pesar de las obligaciones externas.

En saber buscar el punto intermedio entre desarrollarnos como personas individuales con sus necesidades personales y el compartir parte de nuestro tiempo, energía y cariño con nuestro enfermo de Alzheimer.

He comprobado más de una vez que el gran error que comenten muchos cuidadores —y que les terminan llevando a sufrir las peores consecuencias del síndrome del cuidador quemado— es dar demasiado de sí a la persona enferma y a toda la unidad familiar, y quedarse sin energía ni tiempo para sí mismos.

natural-4862354_1920

 

Todos sabemos que, como norma básica de la vida, nunca, jamás podemos dar lo que no tenemos. Así, si nos sentimos agotados, frustrados, quemados eso mismo es lo que terminamos trasmitiéndole a nuestro familiar enfermo.

Por eso es tan importante poner(nos) límites, entender que nuestra energía es limitada y a veces no damos para más; que no podemos congelar nuestra vida para vivir una vida ajena; que nosotros también somos personas que necesitamos cuidados y atención; y es nuestro compromiso, como seres con inteligencia emocional que somos, darnos esos cuidados y tiempos para autorrealizarnos.

MI RECOMENDACIÓN FINAL DE CUIDADORA

De veras, amigos: con los años aprendí que el sacrificio nunca es fuente de amor y satisfacción. ¡Todo lo contrario! Genera infelicidad y dolor.

Así pues, en la medida en que nos sintamos bien con nuestra historia; sintamos paz en nuestro interior —ya que sabemos que nos tenemos a nosotros mismos para salir adelante y para crearnos la vida que deseamos vivir—; entonces, tendremos algo que ofrecer a los demás: amor, optimismo, humor, confianza en que todo va a salir bien,…

woman-690118_1920

Y sobre todo, podremos aportar calma en la vida de nuestros enfermos y toda aquella persona que esté a nuestro alrededor agradece sentir.

En resumen, ser una persona cuidadora te aporta muchas experiencias gratificantes y trascendentes, pero siempre y cuando no te anules ni abandones tus necesidades por atender —o complacer— a otros.

El cuidar de alguien siempre debería ser una opción tomada a consciencia y motivada por el amor; pero nunca sentirla como una obligación ineludible. Y, por supuesto, cuidar de alguien no debería servirte como pretexto para negarte la oportunidad de ser feliz; sino, ¿para qué estás en este mundo?

¡Ojalá todas las personas que dedican su vida a velar por el bienestar de los otros se sientan orgullosas y extraordinarias por hacerlo!

Pero, más allá de eso, ¡ojalá cada persona cuidadora se sienta orgullosa de saberse capaz de lidiar con las peores tormentas que les depare la vida y hacer de esa experiencia una nueva ocasión para superarse, salir fortalecida y conocerse mejor!

¡Que así sea! 🙂

¡Les mando un abrazo muy sentido y cómplice, cuidadores!

5 comentarios en “¿Existe un modo de sentirnos felices cuando somos cuidadores involuntarios?

  1. Yamilet dijo:

    Si dedicandonos un tiempo para.bosotros mismos sea para levantar nuestra estima y regalandonos un tiempo personal dedicarnos gustos y distracción en diversas areas… Gracias Sabrina un gran abrazo y mucho cariño.

    Le gusta a 1 persona

    • Sabrina Suárez Bequir dijo:

      ¡Hola, Yamilet!
      ¿Cómo estás, amiga? ¿Qué tal te encuentras? ¡¡Espero que con los ánimos y el autoestima apuntando al infinito!!
      ¡Muchas gracias por tu comentario! Yo también te mando un abrazo super-cariñoso y mis mejores deseos para ti y tu familia.
      Besoteeeessss

      Me gusta

  2. Marcela dijo:

    No veo la hora de verme liberada de esta horrible situación, ser cuidadora de mi madre con demencia es una experiencia espeluznante, lo peor que pudo pasarme en la vida, nada de vibras ni espiritualidad ni esos paliativos que a mi no me sirven de nada solo quiero ser liberada de esto y seguir con mi vida que de por si ya esta arruinada

    Me gusta

    • Sabrina Bequir dijo:

      Hola, Marcela:
      Lamento que estés pasando por esa situación, y sí, te entiendo perfectamente. Seguro que es el sentir de la gran mayoría de personas cuidadoras, aunque no todas tengan el coraje de confesarlo. Por eso valoro tanto tu franqueza.
      Qué sé yo… cada uno/a lleva su experiencia como puede, no hay fórmulas mágicas para vivirlo mejor. Y cada caso (y cada casa) es un mundo. Yo lo único que te puedo decir, simplemente por compartir contigo mi propia experiencia, es que cuando más te resistes o más oposición pones a esa experiencia, peor es. LLega un punto en que hay que aceptar la realidad y ver qué podemos sacar de bueno de ella. Y tratar por todos los medios, aunque te cueste un sobreesfuerzo, seguir adelante con tu vida. Y sí, sé que es complicadísimo, pero llega un punto en que se puede encontrar un cierto equilibrio. Porque yo creo que lo que nos hace sentir tan mal es abandonar nuestro auto-cuidado y tratar de hacer más de lo que podemos con nuestros familiares. A mí hacer trabajo interno o terapia, mejorar mi inteligencia emocional y profundizar más en la espiritualidad (especialmente a través de Kabalah, en mi caso, pero existen miles de modos de desarrollar nuestro lado espiritual) fue lo que más me ayudó. Y obvio, también acogerme a toda la ayuda externa posible, principalmente de los servicios sociales de mi localidad.
      Hoy, como hace 5 años, sigo siendo cuidadora, no ya personas con demencia, pero sí de personas mayores (mi padre y mi abuela) con muchas enfermedades y discapacidades, y para más inri, con un carácter de miércoles y con una marcada tendencia a los chantajes emocionales, que casi son tan jodidos como una demencia. Y estoy sola para atenderlos, aunque tengo cierta ayuda externa, pero muy puntual. Pero yo, aunque también voy harta de tanto cuidado y mi vida personal es mucho más limitada que la de otras personas, trato de poner límites a mis cuidados. Primero está mi salud y tengo muy claro hasta donde puedo dar y hasta donde no.
      Sé que con una persona con demencia, que depende absolutamente de ti, no es nada fácil, pero tampoco conozco tu caso en concreto para aconsejarte mejor. Pide ayudas sociales, pide ayuda o reparto de los cuidados (o al menos tiempo libre para ti) a otros familiares. Acude a las asociaciones de enfermos con demencias; ve al médico si te hace falta. Pide, pide y pide. Incluso, si no quieres seguir cuidando de tu madre, busca otras alternativas como las residencias o centros para mayores con demencia. ¡Tiene que haber una solución para ti!
      Pero no te abandones, Marcela. Si tu vida está arruinada, no te queda otra que reconstruirla, aunque sea poco a poco, paso a paso. Nadie ni ningún mesías va a venir a hacerlo. Solo te tienes a ti misma, y de verdad que eso es lo fundamental para salir adelante. Eso, y pedir ayuda de todo tipo. Muchas veces no la vas a conseguir, pero muchas otras, sí.
      Por lo demás, si nada de lo dicho hasta ahora te sirve, te diré que todo se termina en algún momento, y las enfermedades neurodegenerativas, aunque pueden ser prolongadas, también llegan a su fin. Mi madre y mi hermano tenían Alzheimer y ahora ya están fallecidos.
      ¡No te desesperes, de verdad! Algún día estarás liberada de estos cuidados, pero es importante que también estés liberada de culpas, remordimientos y angustias. Supongo que padeces el síndrome del cuidador quemado, y es necesario que lo trates con algún especialista médico o terapeuta. Todos pasamos por eso en mayor o menor grado. Pero lo más importante es tratarlo, no dejarte estar así.
      ¡Tú eres mucho más que una cuidadora! ¡Siempre hay que ir a por ese «mucho más»! Y si yo, mal que mal pude y puedo hacerlo, por supuesto que tú también. Yo llevo 32 años cuidando a familiares enfermos y casi 10 años siendo cuidadora principal e «hija única», y aquí estoy, con mil proyectos en la cabeza, de los que solo 1 o 2 salen adelante a duras penas, pero me dan la vida. ¡Seguro que tú me das mil vueltas en tenacidad, capacidades, talentos y éxitos personales! No lo pongo en duda!!
      Te abrazo fuerte y te deseo lo mejor para ti y para tu madre.

      Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.