Buenos días, amigos:
Aquí vengo con una nueva reflexión y sugerencia para animar a los cuidadores a que se sientan mejor y les vaya todo más bonito, que diría la canción…
La reflexión que les comparto hoy puede resultar muy obvia, pero creo que en situaciones anormales, lo común es lo primero que se abandona y la ofuscación mental no permite verlo todo tan obvio. O al menos esa es mi experiencia… ^^
Pienso en estos instantes en aquellas personas cuidadoras de un enfermo de Alzheimer que ya sea porque están solas haciéndose cargo de tal labor, o porque les toca a ellas pasar a convertirse en la cuidadora principal de la familia, se ven abrumadas, envueltas en una telaraña de tristezas, aburrimiento y jornadas desagastantes. Que viven esa sensación de soledad y tedio donde parece que la vida no es más que responsabilidades y esfuerzos varios, mientras las paredes de la casa pareciesen que se les caen encima, oprimiéndoles el pecho y limitando la entrada de aire limpio.
¿Cómo hacer para sentir alivio y gratitud por tener la suerte de contar con un techo que nos cobija y poder disfrutar de la apacibidad de la vida hogareña?
No es fácil, sobre todo en los primeros tiempos. Pero sí existen pequeños rituales domésticos que pueden ayudarnos a sentirnos mejor, a disfrutar de momentos agradables y, en suma, conseguir sentirnos como en casa —¡nunca mejor dicho! ^^ — a pesar de las nuevas circunstancias adversas.
Dichos rituales o hábitos van en función de nuestros gustos, aunque contando, claro está, con el beneplácito de nuestro familiar enfermo. A mí, por ejemplo, me anima mucho el espíritu encender sahumerios —o inciensos —, tener la casa llena de plantas o incluso comprarme algún precioso ramo de flores, prender velas, tomar cafés o mate, como mucho chocolate y escuchar música.
Y quisiera hacer hincapié en esta última afición: la de escuchar música. ¿Por qué? Porque la música realmente despierta un montón de beneficios en nuestro estado de ánimo. Ya sea que la cantemos, la bailemos o simplemente la escuchemos mientras estamos en casa tranquilos o en movimiento, su poder de bienestar es tal que puede ser una gran terapia 🙂
EL QUE CANTA SU MAL ESPANTA…
Es curioso, amigos, ¿pero saben qué me pasó a mí? Siempre me gustó estar a solas en casa (bueno, es que vivía sola), tranquila y escuchar mis canciones preferidas: si quería relajarme acudía a las melodías más folclóricas o populares (tangos, bossa nova, rancheras, vallenatos, etc.); mientras que cuando debía ponerme a hacer algo, como limpiar, me inspiraba poniendo a buen volumen músicas más bailables. Y era feliz.
Sin embargo, cuando traje a vivir conmigo a mi hermano, poco a poco fui perdiendo esa costumbre. Sí ponía música que a él le gustaba, pero él era más de televisión que de audios, así que paulatinamente fui abandonando ese maravilloso hábito de llenar mi casa de ritmos y melodías.
Supongo que en este suceso influyó el sentir que no disponía de privacidad para oír lo que quería y al volumen al que estaba acostumbrada… Vaya a uno a saber qué fue realmente lo que motivó hacer caer a mi hogar en el silencio más aburrido… Pero lo cierto es que eso acrecentó mi sensación de amargura y soledad.
Hasta que un día volví a retomar la rutina de empezar el día prendiendo la radio, especialmente oyendo programas musicales, y posteriormente poniendo a sonar mis discos más querido y que sabía que a mi hermano también le gustaban.
¡Y no vean cuánto me ayudó retomar esa práctica! Cantar, bailar, tocar un instrumento, moverme al compás del ritmo, hacer el payaso,…¡eso es fantástico! Es una de las maneras más sencillas y tontas de espabilar tus emociones y conectar con tu mundo ^^ .
Por si fuera poco, un estudio realizado por la Universidad de Helsinki (Finlandia) publicado en el año 2015 por el Journal of Alzheimer’s disease confirmó que con sólo invertir unos diez minutos al día cantando se consigue reducir el envejecimiento de nuestro cerebro, al proporcionar el canto un entrenamiento para nuestra mente y para el refuerzo de nuestra memoria. ¡Increíble, ¿verdad?! Y algo similar puede decirse del baile o de tocar un instrumento.
LA PRÁCTICA DE LA MUSICOTERAPIA: SUS INIGUALABLES BENEFICIOS
De entre todas las artes, amigos míos, sin duda la música es la más poderosa y emocional. Nos alegra, nos inspira, nos ayuda a pensarnos a través de la conexión que establecemos con la letra o la melodía, a verbalizar nuestros sentimientos o a desempolvar nuestro cuerpo.
Nos ayuda a canalizar tensiones, a pasar un tiempo de forma más distendida y aminora la sensación de vacío, quietud o soledad que podamos experimentar en un momento dado.
Está comprobado, además, que la música en todas sus formas propicia un bienestar general a todo el organismo, pues reduce el estrés y la presión arterial, genera endorfinas — esas valiosas hormonas que producen felicidad o placidez —, mantiene activo el cerebro y, al cantar o bailar, se trabajan muchos más músculos de los que imaginamos y aumenta la entrada de oxígeno en la sangre. En suma, la actividad musical refuerza nuestro sistema inmunológico, o dicho en otras palabras, nos ayuda a estar más sanos… ¡y más felices! 🙂
De hecho, es habitual oír hablar de talleres de musicoterapia dedicados a los enfermos de Alzheimer, pues la memoria musical es la última en perderse. Sin embargo, también existen actividades de musicoterapia destinada a los cuidadores en muchas asociaciones de enfermos de Alzheimer (AFAs), ya que es una manera divertida de conseguir relax y positividad para nosotros.
Por si no lo saben, o no lo tienen tan claro, la musicoterapia es una técnica terapéutica basada en el uso de la música para que los individuos alcancen un mayor bienestar o calidad de vida a través de su escucha o su danza. Así, asistiendo a este tipo de reuniones, generalmente grupales, las personas aumentan sus niveles de serotonina — sustancia primordial para el mantenimiento de un estado de ánimo óptimo —, se entretienen y regulan sus emociones. Ello aporta un gran equilibrio emocional y refuerza la salud mental y física en la gente.
En consecuencia, las terapias centradas en la utilización de la música buscan eliminar esos desajustes psicológicos que se producen en situaciones altamente estresantes, como la que padecen los cuidadores principales de los enfermos dependientes.
Tal vez no todos podemos asistir a clases de baile, aerobics, percusión o musicoterapia por cuestión de tiempo o dinero; pero sí podemos encender nuestro equipo musical en casa y dejarnos llevar por la armonía y la cadencia de una linda canción o una bella melodía.
Por último, es una actividad que puede servirnos para vincularnos más con nuestros enfermos, puesto que es una manera simpática de pasar un buen rato con ellos invitándolos a cantar, a bailar o simplemente a deleitarse escuchando esas canciones que siempre le han gustado.
En suma, amigos, los beneficios de empezar la jornada doméstica ( ¡y no parar!) con unas cuantas músicas que nos estimulen los sentidos es prácticamente una obligación. Y si tienen la oportunidad de acudir a un grupo de musicoterapia, ¡no lo duden! ¡Ahí es donde deben de estar!
Por cierto, yo suelo tener una canción particular a la cual recurro cuando estoy de bajón o me siento más desganada. ¡Y bendito remedio! ¿Cuál es la de ustedes? ¿Qué tipo de música nos aconsejan que escuchemos a quienes somos cuidadores para sentirnos los conquistadores del mundo? ^^
Muchas gracias por haberme prestado tu atención durante este rato.
Cuidense mucho, cuidadores, y nunca dejen de hacer brillar su luz.
Un abrazo.