Cuando acudí a una de las primeras citas de consulta con la neuróloga que atiende y supervisa la dolencia de mi hermano, recuerdo que me quedé de piedra en el momento en que me dio los resultados de las diversas pruebas médicas que le habían realizada y, con él, su diagnóstico: demencia juvenil tipo alzheimer. Aún a día de hoy, 20 meses después me siguen temblando las piernas al rememorarlo. No pude evitar largarme a llorar delante de la pobre neuróloga, a pesar de mi timidez y mi discreción. Precisamente, ¡es una de las pocas ocasiones que he llorado en público en mi vida! Lloraba por mi hermano, por su maldita suerte y por el futuro que le esperaba a partir de entonces; lloraba por que el alzheimer volvía a golpear a mi familia después de haberlo padecido mi madre, era como sentir con certeza y zozobra que esta demencia era la espada de Damocles de mi familia; pero también lloraba desconsoladamente por mí, porque era consciente de lo que se me venía encima, de la sentencia de cambio tajante que me esperaba, de la dura vida de cuidadora que tendría que empezar a ejercer. Y así fue, así está siendo: un camino de cuestas empinadas y curvas serpentiantes que nunca cesan, pero que asimismo se producen en un reducido circuito cerrado:mi casa básicamente.
Como cuidadora principal mi día a día se encuentra confinado en mi hogar al lado de mi hermano y todo mi tiempo está supeditado a sus necesidades y a su vigilancia. Ya he tratado este asunto en más entradas de este blog. No es que desee regocijarme en la sensación de enclaustramiento que tanto nos atosiga a quienes somos cuidadores de algún paciente con alzheimer, pero es necesario referir esta realidad, pues porque ahí está, marca una frontera definitiva entre el mundo que sucede fuera, la libertad, y nuestra cueva cerrada, alejada de la vida que nos gustaría disfrutar y de la intimidad que alguna vez tuvimos y ya cayó en el olvido. Ahora bien, ¿y si convirtiésemos nuestras ataduras domésticas en un tiempo para sacar provecho a nuestras aficiones más amadas?
Y es que son muchas las personas que alguna vez han querido dedicar su tiempo libre a realizar algún proyecto personal o profesional. En general, pienso que todos tenemos talentos ocultos o dormidos que siempre terminaban relegados por las condiciones estresantes de nuestra rutina diaria repartida entre las labores domésticas, las responsabilidades familiares y la vida laboral productiva. O también más de una persona es una apasionada de un pasatiempo, un hobby, una práctica creativa que le sirve para entretenerse y relajarse. Pues bien, estando tantas horas recluidas en casa, ¿no es este un buen momento para desarrollar con ahínco esta pasión?
Artesanías, manualidades, repostería, costuras, escritura, ilustración, utilización de redes sociales cibernéticas, etc. ¡Hay tantas cosas que podemos hacer estando en casa! Además, en la era de la informática, internet es un gran aliado para darnos ideas y enseñarnos a ponerlas en prácticas. Creo honestamente que puede resultar muy terapéutico, además de conectarnos con nuestra vocación o nuestra afición más querida.
He aquí una pista de cómo empezar: http://es.wikihow.com/elegir-un-proyecto-de-manualidades
Un comentario en “¡TIEMPO DE AFICIONES!”